“LA LIBERTAD SIEMPRE ESTÁ LIMITADA POR NUESTRAS INTERDEPENDENCIAS”

Pierre Dardot

Hector González
Columnas
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Pierre Dardot pertenece a la escuela de académicos que se han dedicado a comprender cómo funciona el neoliberalismo. El francés, lejos de satanizarlo, prefiere conocerlo para después desarrollar un punto de vista crítico y contrastarlo con la influencia que ejerce en conceptos como el de ejercicio democrático.

Dispuesto a despejar dudas Dardot es claro y advierte algunas contradicciones. Una de ellas atraviesa la definición de lo que entendemos por soberanía. Para él, lo que unos ven como una herramienta para la independencia en realidad puede ser la vía hacía un absolutismo que atenta contra la libertad.

—Hoy la soberanía es un término muy debatido. ¿A qué lo atribuye?

—Hay mucho que decir sobre esto. La lógica de la soberanía del Estado parece imponerse cada vez más a escala mundial, así sea en las relaciones entre las potencias o entre los distintos gobiernos. Cada Estado es muy celoso respecto del control que ejerce en su territorio. El tipo de soberanía que me interesa estudiar es aquella que se manifiesta como el control de un Estado sobre sus habitantes, por eso mi libro se llama Dominar.

—Sin embargo, se le suele ligar a conceptos como autonomía o libertad…

—Esa es una confusión bastante difundida. Es verdad que la soberanía hoy se toma en un sentido positivo, pero en principio no fue así. Significaba que el Estado era amo en su territorio. La connotación positiva del término se da respecto al exterior. ¿Quién puede estar contra su origen? Sin embargo, la soberanía en principio era absolutista, porque implicaba el poder total del Estado.

—¿Tiene relación con la libertad?

—Otra confusión; así como no hay independencia absoluta, tampoco hay libertad absoluta. La libertad siempre está limitada por nuestras interdependencias. Y la soberanía en principio no permitía la elección de las interdependencias. De ahí el absolutismo. Entre más interés muestre un Estado en hacer lo que quiera, más sufrirán sus ciudadanos porque será mayor el control.

—¿Entonces la connotación depende de la idea que tengamos del Estado?

—Así es. Entre los siglos XIV y XIX se construyeron los Estados soberanos en Occidente bajo el modelo de la iglesia. Recordemos que el papa Gregorio VII construyó un aparato piramidal donde él era el jefe absoluto y solo él podía cambiar las leyes. Ya en el siglo XVIII, con la Revolución Francesa, hubo un cambio. El pueblo ocupó el lugar del rey. Cambió la figura pero no el puesto, porque el poder sigue siendo absoluto. Es decir, lo que llamamos “el poder del pueblo” no contradice al absolutismo. A partir de entonces, como el pueblo es identificado con la nación, se comenzará a hablar de soberanía nacional.

Soberanía y neoliberalismo

—Usted ha escrito que el neoliberalismo necesita de la soberanía. ¿No es esto un contrasentido?

—No. Pinochet creó un Estado subsidiario: ese era el principio de la Constitución neoliberal de 1980, que le permitió tener un mayor control sobre la población. El neoliberalismo no promueve la desaparición del Estado. Friedrich Hayek, uno de sus grandes teóricos, habla de que se necesita un Estado fuerte; aquí la cuestión es saber fuerte para qué. El Estado subsidiario neoliberal lo es respecto de las empresas y en ese sentido hace aquello que las empresas no pueden hacer.

—¿Cree que el neoliberalismo llegó a su fin, como se dice?

—Se debe hacer una reflexión sobre la relación entre soberanía y neoliberalismo. Hay que redefinir el concepto tomando en cuenta lo que hemos hablado. Además, hay que hacer un matiz entre lo que es la soberanía popular y lo que es la soberanía del pueblo.

—¿Cuál es la diferencia?

—La soberanía del pueblo tiende al absolutismo; en cambio, la popular implica no tomar al pueblo como un todo. A la izquierda le hace falta entender que hablar del pueblo en términos absolutos es una ficción ambigua y peligrosa. ¿El pueblo chileno es un todo? No, tiene sus contradicciones. En Chile la soberanía popular se afirmó a partir del 18 de octubre de 2019 y fue extraordinario. La gente salió a las calles con una fuerza colectiva impresionante y sin depender de una autoridad superior. La soberanía popular se manifiesta cuando los ciudadanos ejercen un control sobre sus gobernantes; por eso no es suficiente con el voto.

—¿Podríamos decir que la soberanía popular es a fin de cuentas una herramienta para las libertades colectivas?

—Así es, pero hay que tener cuidado porque el populismo autoritario se apropia del lenguaje de la soberanía popular y lo ocupa para ganarse al electorado. Este es un fenómeno mundial y se nota en instituciones asociadas al fascismo. Lo vemos en el nacionalismo competitivista presente en Inglaterra o Hungría; pero también, aunque en menor medida, en el neoliberalismo progresista de Macron o Trudeau.

—En este panorama ¿cómo ve a México?

—No conozco México suficientemente. A menudo he oído declaraciones del presidente y me parece que usa de manera muy fácil al neoliberalismo. Ante el recrudecimiento de los feminicidios dijo que la razón era la decadencia neoliberal; eso no tiene sentido. En el discurso opone la soberanía nacional al neoliberalismo; ahí también hay una confusión porque este sistema no es algo que venga del exterior. Hoy la situación es distinta. Todos los países adoptaron la lógica neoliberal y por lo tanto está en su interior. Lo que ha cambiado es el papel del Estado, que debe traducir las normas internacionales y reflejarlas en su derecho nacional. El verdadero desafío es desprendernos del neoliberalismo, pero además cambiar las leyes a nivel nacional. Por eso es tan difícil y por eso es tan importante lo que sucede en Chile: ellos están logrando cambiar su Constitución y abriendo una vía distinta.

—¿Qué balance hace de las elecciones en Francia?

—Es una situación difícil. Macron venció a Marine Le Pen, pero si observamos los resultados el hecho es que Le Pen ganó dos millones de votos y Macron perdió tres millones. Eso es muy preocupante porque el presidente tendrá un margen de maniobra muy reducido.

Perfil

Pierre Dardot es docente y filósofo especializado en la obra de Hegel. Junto a Christian Laval ha publicado los libros La nueva razón del mundo, Común, La pesadilla que no acaba nunca y La sombra de Octubre. Ambos participaron en la creación del Grupo de Estudio sobre Neoliberalismo y Alternativas en 2018. Su libro más reciente es Dominar. Estudio sobre la soberanía del Estado Occidental.