“LA NOCIÓN DE LO HUMANO ESTÁ INTRÍNSECAMENTE LIGADA A LA NOCIÓN DE LIBERTAD”

Libertad bajo palabra: Julio Cortázar.

Norberto Vázquez
Columnas
Cortázar-Sara Facio.jpg
Foto: Sara Facio.

Como parte importante de la literatura latinoamericana Julio Cortázar fue un intelectual y escritor que combatió las tiranías gestadas en América y el mundo durante el siglo XX: era sobre todo un inconformista, siempre cuestionando el orden de las cosas, siempre buscando una ruta alternativa.

Y fue en esa búsqueda de un eje para su obra literaria que nos dejó el mejor regalo que pudo: su visión de la libertad en medio de un ambiente internacional de luchas contra dictaduras opresoras.

Si hoy nos concediera una entrevista estas serían las respuestas del escritor cosmopolita, oriundo de Bélgica, nacionalizado francés y ciudadano argentino.

—¿Para usted que es la libertad?

—Si el hombre ocupa, por derecho propio, el punto más alto de la escala zoológica en la medida en que tiene una conciencia, un sentido social y una memoria que se ha ido convirtiendo a lo largo de las generaciones en lo que llamamos historia, por un lado, y cultura, por otro, yo diría que es gracias al ejercicio de su libertad. La noción de lo humano está, en mi opinión, intrínsecamente ligada a la noción de libertad. Por lo tanto separar la noción de libertad de la noción del hombre significa destruirlo. Eso explica el profundo desprecio que los regímenes fascistas o reaccionarios tienen por la libertad. Lo tienen precisamente porque saben que disminuyendo o eliminando las libertades acercan al hombre al tipo de sociedades animales. En un sistema fascista el hombre no está llamado a discutir sino a obedecer. No está llamado a elegir sino a cumplir una tarea fijada por adelantado. La libertad es para mí, como usted ve, una condición sine qua non de la vida (diario Hoy, Quito, octubre de 1982).

—¿Las palabras de un escritor son sinónimo de libertad?

—Si algo sabemos los escritores es que las palabras pueden llegar a cansarse y a enfermarse. Sabemos muy bien cuáles son esas palabras en las que se centran tantas obligaciones y tantos deseos: libertad, dignidad, derechos humanos, pueblo, justicia social, democracia… entre muchas otras. Sin la palabra no habría historia y tampoco habría amor; seríamos, como el resto de los animales, mera sexualidad. El habla nos une como parejas, como sociedades, como pueblos. Hablamos porque somos, pero somos porque hablamos. Porque queremos ser libres (Las palabras, conferencia pronunciada en Madrid en 1981).

—¿El movimiento surrealista ha influido en la percepción de libertad para usted?

—En una gran medida. Me parece bien que mencione al surrealismo, aunque hubo muchas otras actitudes y corrientes literarias que me mostraron Los caminos de la libertad, para emplear el título que Jean-Paul Sartre dio a su trilogía de novelas. Mucho antes del surrealismo había habitado, en Europa, el movimiento que se llamó Romanticismo. Y sus grandes poetas Chateaubriand y Víctor Hugo, en Francia; Byron, Shelley y Keats, en Inglaterra, fueron cada uno a su manera apóstoles de la libertad. Las grandes figuras del Romanticismo fueron libertarios y anarquistas, sin darle a la palabra el sentido que tomó después de la doctrina de Bakunin. El Romanticismo reivindicó que el hombre como individuo tenía el derecho y la obligación de abrirse al máximo. Incitándolo a tener la máxima porosidad frente a todo lo que la vida podía darle. A la influencia extraordinaria del Romanticismo quisiera agregar la de Julio Verne. Todos los niños de mi generación leíamos apasionadamente a Julio Verne. Sus héroes son también un símbolo de libertad. Porque son los grandes viajeros, los grandes aventureros; los que van a la Luna, le dan la vuelta al mundo en 80 días y hacen las cinco semanas en globo. Los héroes de Verne exploran, descubren y avanzan en el conocimiento (diario Hoy, Quito, octubre de 1982).

Deseos

—¿Cómo siente usted la libertad frente a las sociedades actuales?

—Están naciendo los neofascismos y los neonazismos. América Latina cuenta con sus exponentes más ilustres en países como Chile, Uruguay y Argentina. Eso es una situación que yo, como hombre y escritor, vivo diariamente de una manera dramática y, en algunos casos, patética. Siento que la libertad y las libertades están cada vez más amenazadas. El mundo antiguo conoció el fascismo de los romanos y el nazismo de los asirios —yo los calificaría así por sus puntos de vista— pero vio nacer, igualmente, movimientos de liberación en los que los pueblos buscaron otros caminos de libertad (diario Hoy, Quito, octubre de 1982).

—¿Visualiza a tiranos y demagogos, “fascistas”, que inhiban la libertad hacia 2020?

—Si algo distingue al fascismo y al imperialismo como técnicas de infiltración es precisamente su empleo tendencioso del lenguaje, su manejo de servirse de los mismo conceptos que estamos utilizando aquí esta noche para alterar y viciar su sentido más profundo y proponerlos como consignas de su ideología. Palabras como patria, libertad y civilización saltan como conejos en todos sus discursos, en todos sus artículos periodísticos. Pero para ellos la patria es una plaza fuerte destinada por definición a menospreciar y amenazar a cualquier otra patria que no esté dispuesta a marchar de su lado en el desfile de los pasos de ganso. Para ellos la libertad es su libertad, la de una minoría entronizada y todopoderosa, sostenida ciegamente por masas altamente masificadas. Para ellos la civilización es el estancamiento en un conformismo permanente, en una obediencia incondicional (Las palabras, conferencia pronunciada en Madrid en 1981).

—¿Según qué criterios se podría afirmar que Julio Cortázar es un hombre libre?

—Yo no le daré ninguna fórmula. Le voy a dar un sentimiento, una intuición que he tenido a lo largo de mi vida, y es que asimilo la noción de libertad a la noción de felicidad. Toda pérdida de libertad es una sujeción y, por lo tanto, una pérdida de posibilidades vitales y una disminución de la felicidad. Entiendo por hombre feliz aquel que puede realizarse en los múltiples planos que él mismo elige: la música, el amor, el boxeo… Ninguna realización personal puede darse sin un verdadero clima de libertad. Si esas posibilidades están frenadas, cortadas o suspendidas por razones de tipo ideológico o de opresión económica la felicidad desaparece (diario Hoy, Quito, octubre de 1982).

—Finalmente para usted ¿cuál es la importancia de la libertad en todo acto humano?

—Como en tantas reuniones, coloquios, mesas redondas, tribunales y comisiones, surgen entre nosotros palabras cuya necesaria repetición es prueba de su importancia, pero a la vez se diría que esa reiteración las está como limando, desgastando, apagando. Digo: libertad, digo: democracia, y de pronto siento que he dicho esas palabras sin haberme planteado una vez más su sentido más hondo, su mensaje más agudo. Y siento también que muchos de los que las escuchan las están recibiendo a su vez como algo que amenaza convertirse en un estereotipo, en un cliché sobre el cual todo el mundo está de acuerdo porque esa es la naturaleza misma del cliché y del estereotipo: anteponer un lugar común a una vivencia, una convención a una reflexión, una piedra opaca a un pájaro vivo… Es sinónimo de que estamos perdiendo la libertad (Libertad y democracia para Argentina, Siglo XXI, 1981).

Perfil

Julio Cortázar nació el 26 de agosto de 1914 en Ixelles, Bélgica, y murió el 12 de febrero de 1984 en París, Francia. Fue escritor, traductor e intelectual argentino. A pesar de distintas publicaciones no se hace famoso hasta la publicación de Rayuela (1963), su obra maestra. Cortázar destaca por sus misceláneas del género “almanaque”, donde mezcla narrativa, crónica, poesía y ensayo, como por ejemplo en La vuelta al día en 80 mundos (1967) y 62, modelo para armar (1968). Forma parte del Tribunal Internacional Russell, que estudiaba las violaciones de derechos humanos en Hispanoamérica. En su Libro de Manuel (1973) queda reflejado su compromiso político. Poco antes de morir publica su libro de poemas Salvo el crepúsculo (1984) y los artículos Argentina, años de alambradas culturales (1984). En 1996 se publica de manera póstuma su ensayo Imagen de John Keats y en 2009 aparece Papeles inesperados, una obra miscelánea encontrada por su primera esposa, Aurora Bernárdez.