Patricia Rodríguez López, feminista, investigadora del Instituto de Investigaciones Económicas y catedrática de la Facultad de Economía de la UNAM, integrante del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) de la misma casa de estudios, platica en entrevista sobre el trabajo doméstico y de cuidado, así como su impacto en la economía del país.
—¿De qué forma contribuye el trabajo de las mujeres a las finanzas nacionales?
—Existe una división sexual del trabajo. Debido a un rol social y cultural los hombres se encargan de producir los bienes y servicios en términos económicos y públicos, mientras que las mujeres se encargan de reproducir la vida privada a través de los cuidados y el trabajo en casa. No obstante, en este sistema económico en el que vivimos se da reconocimiento a través de un pago; y los trabajos de cuidado y domésticos no siempre se remuneran. Por ejemplo, cuando hay un enfermo en el hospital son las mujeres las que cuidan de tiempo completo: mamás, hermanas, hijas, cuñadas y esposas son las que en general se encargan.
En este sentido, puntualiza, “las políticas públicas y los presupuestos de género son muy importantes porque ayudan a desvincular a las mujeres de estas obligaciones impuestas. Todo este tipo de cuidados privados debe ser público, debe existir una red, un apoyo para quitar paulatinamente estas responsabilidades a ellas y también introducir a los hombres en estas responsabilidades. El presupuesto público debiera prever programas específicos de apoyo a la sociedad, ya que entre más mujeres trabajen remuneradamente y tengan mayor poder económico, más crecerán la economía y la distribución de la riqueza”.
—¿Existe una feminización de la pobreza?
—Claro, existe discriminación hacia las mujeres por su condición de género y por sus necesidades de cumplir tanto con el trabajo en el hogar como con el trabajo remunerado. Esto se traduce en una brecha salarial, es decir, entre más alto sea el segmento en que trabaje una mujer, más grande es la brecha salarial, mientras que entre más bajo sea el trabajo que realiza menos brecha salarial, ya que no se les puede pagar menos. Esto lleva a que ellas tengan trabajos más precarios, con medios tiempos y menores salarios, muchas veces sin protección laboral. El resultado es una precarización del trabajo femenino con estas dobles jornadas y dobles responsabilidades, que le ahorra dinero al sistema económico pero le resta ingresos monetarios a ellas.
Protección
—¿Cómo desmontar esta estructura económico-social?
—Hay muchos avances. Ya hay una parte de la teoría económica, que es la economía feminista, cuyo objetivo es el estudio y el análisis del trabajo de cuidado. Las cifras indican que aun cuando no se remuneran estas actividades se deja de normalizar: se evidencia que los hombres no tienen —y tratan de evadir— estas responsabilidades que van desde la crianza y cuidado de los hijos hasta la atención de los enfermos, esto para que ellos puedan crecer en la esfera social y pública.
Añade Rodríguez que “en este sentido creo que está cambiando el discurso sobre igualdad de género, en términos de que el sexo femenino pueda tener acceso a una posición laboral remunerada, sin ser castigado en términos de salarios, precariedad, discriminación, que es lo que hoy existe. Tanto la política pública como las políticas privadas de las empresas y de los sindicatos deben enfocarse en una protección de la vida y esto implica una protección de las mujeres antes y después de sus embarazos y de sus hijos.
Hoy en México, puntualiza, “tenemos una baja participación de las mujeres en la parte económica. Por ejemplo, si en nuestro país el trabajo doméstico fuera remunerado representaría una cuarta parte: 25% del PIB nacional”.