Edurne Ochoa, feminista y activista poblana, directora de Pink Bunker —un centro de capacitación y formación política feminista en América Latina— y presidenta de la organización civil 33 Mujeres AC, platica en entrevista sobre la violencia de género que se vive en su estado natal y cómo la enfrentan.
—¿Cuál es la situación respecto de la violencia de género en Puebla?
—En la capital poblana la sustracción y desaparición de las mujeres es el mayor problema que más aqueja. A esas mujeres se les explota sexualmente en otras ciudades o estados ante los ojos omisos y cómplices de las autoridades ya que esto lo denunciamos hace varios años desde diferentes organizaciones de la sociedad civil.
Además, puntualiza, “desafortunadamente solo 22% de las mujeres en Puebla conoce de la existencia de las secretarías de Igualdad Sustantiva, tanto la estatal como municipal. Por eso no pueden acercarse a esas instancias para ser atendidas. No hay campañas integrales. No hubo un plan emergente municipal durante la pandemia. Evidentemente las violencias se exacerbaron. También encontramos que 60% de las mujeres en Puebla capital viven precarizadas y 25% de ellas no tiene ningún ingreso.
—¿Cómo intervienen ante tal situación?
—Nosotras en 33 Mujeres AC, junto con diferentes defensoras de derechos humanos a nivel nacional, entre ellas la Red de Abogadas Violeta, la colectiva ConstituyentesMX feministas y TodasMX, que encabeza Indira Sandoval, decidimos hacer una intervención comunitaria para identificar los tipos de violencia en la capital de Puebla. El proyecto se llama Territorio seguro y lo dividimos en polígonos estratégicos: uno fue la capacitación en temas de género, sexo y de violencia de género. Lo segundo fue realizar mil encuestas en territorio para que en comunidad se pudieran definir cuáles eran los puntos rojos. El tercero fue hacer caminatas de reconocimiento; las mujeres bajaron a sus territorios a caminarlos y a encontrar justamente que no había luminarias, había terrenos baldíos, coches abandonados y un abandono terrible por parte de las autoridades porque no hay elementos de seguridad pública a los cuales pedirle ayuda.
Gracias a estos resultados, dice Ochoa, “se pudo crear un Atlas de riesgo comunitario con el cual se distinguieron más de 300 puntos rojos donde se cometen delitos como secuestro, acoso y abuso sexual, venta de estupefacientes, feminicidio, balaceras, robo de autos, abandono de cadáveres y lesiones por arma blanca. En estos diez sitios colocamos siluetas de cartón de mujeres que mostraban distintas características físicas con el fin de demostrar que no es responsabilidad de las mujeres ni de su vestimenta el que sean víctimas de violencia. De estas siluetas 80% desapareció en menos de doce horas, a otras les cortaron los brazos, algunas fueron grafiteadas en la zona de los genitales, torso y demás partes del cuerpo, otras tiradas, y solo una duró cuatro días en el lugar donde la colocamos”.
Autonomía
—¿Qué es lo más urgente por atender?
—Este Atlas de riesgo vuelve a reflejar que el mayor problema es la feminización de la pobreza y el abandono del gobierno. En Puebla capital llevamos 55 muertes violentas en el año. Esto significa que el municipio vuelve a caer entre los 100, de los dos mil 457 que tenemos a nivel nacional, con más feminicidios. No hay política pública ni apoyos. Nos quitaron refugios y presupuestos para los mecanismos de adelanto para las mujeres.
—¿Cuál es el siguiente paso a seguir, cuál es la ruta?
—Seguir alimentando nuestro Atlas y hacerlo crecer para que con los resultados hagamos una exigencia muy puntual con el fin de generar políticas públicas y se destine el presupuesto necesario. Nosotras también seguiremos generando más células de mujeres defensoras de derechos humanos en territorio, que es donde suceden los delitos. Asimismo buscamos que las políticas públicas también vayan encaminadas a una autonomía económica ya que si no la tenemos es muy difícil salir de los espacios en los que somos violentadas.