MORIR SIN ENTENDER

“Aquí lo verdaderamente doloroso es la tragedia humana”.

Lucy Bravo
Columnas
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Hablar del conflicto entre Palestina e Israel es, como diría Jorge Luis Borges, adentrarse en un “laberinto de ríos seculares” cuyo cauce parece ahogar cualquier posibilidad de diálogo. La paradoja de este conflicto activo que data de principios del siglo XX es que la gente olvida que es un conflicto activo. Lo único que parece cambiar son los detonantes de una nueva escalada de violencia.

El enfrentamiento bélico de la última semana estalló tras el disparo de siete cohetes por parte del grupo islamista Hamás contra Jerusalén y el centro de Israel —en una acción armada no vista desde la guerra de 2014 en Gaza—, lo que desencadenó la inmediata represalia del ejército israelí.

Pero todo esto se desencadenó por las protestas recientes relacionadas con la eterna disputa territorial y la reciente expulsión de familias palestinas de sus hogares en un vecindario de Jerusalén este. Las fuerzas de seguridad israelíes se enfrentaron a los manifestantes en el lugar conocido por los musulmanes como Haram al-Sharif y por los judíos como el Monte del Templo, hiriendo a cientos de palestinos. Y todo durante la noche santa de Laylat al-Qadr, es decir, el evento más importante del Ramadán.

Sin embargo, la tensión está a flor de piel desde que a principios de este año un tribunal de primera instancia en Israel apoyó el reclamo de colonos israelíes y ordenó el desalojo de seis familias palestinas de sus hogares en el barrio de Sheikh Jarrah, en Jerusalén este. Es decir, la zona que sigue siendo disputada desde la guerra de 1967, pero que los palestinos consideran debe ser la capital de Palestina. Misma que Israel ha ido anexando ilegalmente según la ONU.

No obstante, sabemos que lo que verdaderamente está detrás de todo esto es una insaciable búsqueda de control territorial sobre Jerusalén (sagrada para judíos, musulmanes y cristianos). Pero a menudo cuando las armas hablan lo demás queda silenciado. Y es que esta es antes que todo una crisis humanitaria que ha superado a la diplomacia internacional durante décadas.

Desestabilización

Hemos visto una y otra vez cómo las vías del diálogo se agotan y lo más que se ha logrado es una serie de treguas prolongadas. Sin embargo, cualquier abuso por alguna de las partes es motivo suficiente para desestabilizar una región hecha polvorín. Esto por supuesto no exime el uso desproporcionado de la fuerza militar israelí. Y es que basta con revisar las cifras de fallecidos para darse cuenta de lo que muchos consideran una injusticia para la comunidad palestina: solo en los últimos 20 años han muerto más de mil 200 israelíes frente a más de ocho mil 500 palestinos.

Ahora hay que sumarle a todo esto el papel desestabilizador que ha jugado Estados Unidos, sobre todo durante la administración de Donald Trump. Aunque sabemos que históricamente el gobierno estadunidense es cercano a Israel y también el principal artífice detrás del famoso sistema antimisiles Cúpula de Hierro, que tan solo en los primeros días de escalada derribó más de mil proyectiles lanzados por Hamas desde Gaza, el actual mandatario Joe Biden se limita a decir que “Israel tiene derecho a defenderse”, sin mostrar el menor entusiasmo por perseguir la tan elusiva paz en Oriente Medio.

Sin embargo, los números son solo números y las palabras son solo palabras. Aquí lo verdaderamente doloroso es la tragedia humana. Si no, basta con recordar que entre los miles de muertos hay niños que tuvieron la mala suerte de nacer en medio de un conflicto que probablemente no tuvieron ni tiempo de entender.

Lexema Hamas bautizó su nueva operación como Espada de Jerusalén, mientras que Israel la denomina Guardianes de los Muros. Pero la historia está llena de alegorías que buscan justificar la barbarie y nunca lo logran.