UNA FRONTERA MARCHITA

“La realidad es que los dos lados de la frontera dependen el uno del otro”.

Lucy Bravo
Columnas
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La pandemia de Covid-19 se recordará por muchas razones; sin duda, una de ellas será que provocó el cierre de la frontera más dinámica del mundo durante un año y ocho meses.

A partir de marzo de 2020, los gobiernos de México y Estados Unidos acordaron clausurar la frontera a todos los viajes no esenciales para evitar contagios de Covid-19. Sin embargo, el impacto que esto generaría a millones de ciudadanos de ambos lados es incalculable. El simple hecho de determinar qué actividades son esenciales o no siempre pareció imposible y nunca quedó claro quién realmente tomaba las decisiones.

Pese a las demandas públicas en ambos lados de la frontera, el Departamento de Seguridad Nacional estadunidense no dio su brazo a torcer. Incluso se llegó a pensar que con la llegada de Joe Biden a la presidencia las políticas implementadas a lo largo de los tres mil 969 kilómetros de frontera por Donald Trump se revertirían. Eso no ocurrió y la interdependencia de las comunidades transfronterizas se vio fuertemente afectada.

Finalmente, el gobierno estadunidense anunció la reapertura para los viajeros no esenciales que estén completamente vacunados, a partir del mes de noviembre.

Pero esto solo se permitirá para aquellos que hayan recibido alguno de los biológicos aprobados por la Organización Mundial de la Salud, con lo que quedan excluidos por ahora los vacunados con la fórmula rusa Sputnik V y la china Cansino.

Estragos

Antes de la pandemia casi 529 mil personas ingresaban a EU a través de nuestra frontera norte cada día, es decir, 350 millones cada año. Ya sea a pie o en automóvil, esos viajeros eran el pilar de muchas empresas de comunidades transfronterizas. Tan solo en Texas el Baker Institute estima que las pérdidas económicas acumuladas durante 2020 superaron los cinco mil millones de dólares.

Mientras, a lo largo de toda la frontera el gasto en viajes se redujo casi a la mitad, a unos 600 mil millones de dólares en ese mismo periodo respecto del año anterior, según la Asociación de Viajes de EU.

Los gobiernos locales perdieron alrededor de 300 millones de dólares solo en ingresos por impuestos sobre las ventas. Sin embargo, este tipo de estimaciones no prevén la devastación experimentada por los empleados en el sector informal, en su mayoría migrantes mexicanos, quienes fueron abandonados a su suerte para mitigar cualquier pérdida de ingresos. La realidad es que los dos lados de la frontera dependen el uno del otro y cuando dejan de comunicarse ambos se marchitan.

Pero a todo esto hay que sumarle otra crisis en la frontera: un enfoque migratorio equivocado. Durante la pandemia todos los puertos de entrada se cerraron a cualquier persona, aun aquellas que buscan asilo, por temor a los contagios de Covid-19. El famoso artículo 42 dejó a miles de solicitantes de asilo varados en México y no está claro si considerarán mejoras en la política migratoria una vez que se reabra la frontera.

A su vez, el programa Quédate en México de la era Trump sigue vigente, con lo que se deporta a miles de migrantes todos los días a nuestro país en lo que esperan la resolución a sus solicitudes de asilo. Para darnos una idea de la magnitud del problema: más de 70 mil migrantes centroamericanos fueron deportados a México tan solo en 2019, pero 44% no logró concluir el proceso por el simple y sencillo hecho de que nadie les avisaba sus fechas de audiencia. De los diez mil que sí lograron litigar su caso frente a un juez, solo once recibieron asilo en EU.

La situación en la frontera ya era insostenible mucho antes de la llegada de la pandemia, pero al menos las comunidades aledañas prosperaban y se fortalecían entre ellas. Ahora, con una crisis humanitaria entre manos y los estragos económicos de los que podrían tomar años para recuperarse, la reapertura puede no ser suficiente.

Lexema Una frontera como la de México y EU requiere de colaboración y coordinación constante de los sectores público, privado y social. Pero al parecer los gobiernos creen que este tipo de sinergias nacen y se mantienen por sí solas.