¿Y SI NO SE VA?

¿Qué pasa cuando un presidente en turno no acepta los resultados electorales?

Lucy Bravo
Columnas
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Existe una tradición en Estados Unidos en la que el presidente saliente de la Casa Blanca deja a su sucesor una carta manuscrita en el escritorio del Despacho Oval. El próximo 20 de enero podría suceder algo muy distinto. Digamos que el demócrata Joe Biden gana las elecciones de noviembre y Donald Trump, en lugar de compartir su sabiduría con su sucesor, simplemente se rehúsa a dejar el cargo. Aunque suene descabellado este es un escenario que cada vez les quita más el sueño a varios en la capital estadunidense.

No es para menos. El republicano siempre ha tenido una volátil relación con las instituciones democráticas de su país. Toda su carrera política ha sido construida bajo la consigna de ser un ciudadano común que vino a romper con el “establishment” político. Pero ya no estamos en 2016 y Trump ya no es el candidato rebelde. Él es el “establishment” y los comicios serán un referéndum de su presidencia. EU podría enfrentarse a la prueba más importante de su democracia: ¿qué pasa cuando un presidente en turno no acepta los resultados electorales?

Asombrosamente no existe una respuesta sencilla. Resulta que la tradición de la sucesión del poder en EU depende en gran medida de la cooperación y buena voluntad de los contendientes. Y al igual que su complejo sistema electoral, la Constitución estadunidense no marca un camino muy claro para hacer frente a alguien como Trump, a quien hemos visto denunciar un supuesto fraude incluso en una elección que ganó, como ha sido el caso desde 2016.

En los últimos meses se ha dedicado a sembrar teorías de una conspiración: sin prueba alguna afirma que la votación por correo es un complot para robarle la elección. Y debido al coronavirus cada vez más personas tratan de evitar asistir a las urnas, por lo que solicitan recibir una boleta a domicilio.

Trump no tardó en insinuar que EU está por presenciar el mayor fraude en la historia de su país. Incluso ha sugerido que, por demanda popular, podría permanecer en el cargo más allá del límite de ocho años que permite la Constitución.

Caos

Si bien este tipo de retórica incendiaria no es nuevo, Trump sí podría alegar que hubo fraude o irregularidades en la votación. Aunque impugnar los resultados de una elección en EU no es nada sencillo y tendría que presentar pruebas. Al ser un sistema electoral cuyos resultados se calculan por estado y no de manera nacional el republicano podría enfocarse en entidades clave.

En 2016 los tres estados que le dieron a Trump su mayoría en el Colegio Electoral —Pensilvania, Wisconsin y Michigan— fueron decididos por menos de 1% de los votos. Si la carrera vuelve a estar así de reñida el mandatario podría fácilmente llevar el caso a las cortes estatales. Sobre todo si tomamos en cuenta que muchos de los votos por correo no estarán contabilizados aún en muchos estados la noche del 3 de noviembre. Este proceso puede tomar días e incluso semanas. Eso le da a alguien como Trump espacio para crear un caos inimaginable.

De ahí, cada entidad tiene la capacidad de resolver la disputa, ya sea en el Congreso o en la Suprema Corte estatal, pero depende en gran medida de la mayoría partidista. Lo que significa que termina siendo una resolución política y no judicial. Pero si no se resuelve a nivel estatal y el candidato lo quiere llevar hasta la Suprema Corte, aquí estaríamos ante una verdadera crisis constitucional porque muchos aseguran que la Carta Magna estadunidense no estipula que el órgano judicial pueda resolver impugnaciones electorales sino que tendría que ser el Congreso. Pero cualquier conteo que haga el Congreso dependerá de los “certificados electorales”, es decir, los resultados que envía cada estado. Entonces volvemos a lo mismo.

Sin embargo Trump podría ganar. Y se evitaría una crisis sin precedente, al menos hasta 2025, cuando EU y el mundo descubrirían si el republicano realmente bromea cuando dice que permanecerá en el cargo hasta la próxima década.

Lexema El griego dio origen a la palabra democracia, que significa “el poder del pueblo”. Quizá no es casualidad que esta no se menciona ni una sola vez en la Declaración de Independencia o en la Constitución de Estados Unidos.