AHOGARSE EN SECO

Guillermo Deloya
Columnas
FALTA DE AGUA

Quizás uno de los problemas más sensibles y que con mayor propensión cuenta para la generación de conflictos sociales es la escasez de agua. Ya sea para su uso casero, para su utilización en el campo o para su tan vital consumo, cualquier escenario en donde se apersone la carencia de este insumo se vuelve extremadamente reactivo y complicado.

No es para menos: estamos ante un recurso fundamental que ampara su importancia en el soporte constitucional que lo convierte en un derecho en cuanto a su acceso. Y, sin embargo, a pesar de lo radical y presente que se ha vuelto el problema del desabasto y la sequía, no estamos ante un asunto nuevo, sino más bien nos encontramos ante una sensibilidad más despierta en una sociedad que cada vez más se preocupa y participa.

Esa sensación de angustia colectiva se agrava cada vez que se maneja la posibilidad de que lleguemos a un momento en el cual la sequía sea plena; que ya no exista reserva acuífera alguna de dónde proveernos. Para somero alivio, el día cero donde ese hipotético escenario ocurre no está a la vista con exactitud, pero lo que sí es un hecho es que de no redoblar esfuerzos cada día nos acercamos a ese pequeño arranque del apocalipsis mexicano.

La Comisión Nacional del Agua (Conagua), en su informe anual de 2023, establece un punto de partida que bien vale la pena analizar. La escasez de agua tiene dos causas fundamentales que en parte se encuentran dentro de lo casuístico, pero por otra parte tienen todo que ver con el comportamiento humano y la previsión. Las causas fundamentales por las que la provisión de agua es insuficiente o nula son: la poca disposición de agua por sequía meteorológica o desde reservas acuíferas naturales, y la demanda incremental aunada a una gestión deficiente y a la falta de consumo sostenible y responsable.

Acciones

En razón de este último factor es que el tema se ha convertido incluso en el centro del debate de diversos candidatos en estos tiempos electorales. Pero más allá de las buenas intenciones y las ganas de hacerse de adeptos en la votación está la imperiosa necesidad por lograr un viraje que remedie cuanto antes esta situación. El problema tiene vías de solución que aluden con mucha mayor atingencia al tratamiento técnico más que a las declaratorias políticas o al sesgo ideológico.

Nada, absolutamente nada se ha solucionado en términos prácticos al declarar al agua como un derecho humano o prohibir en Constituciones locales su privatización en la gestión correspondiente. El problema persiste porque no existe un plan detallado y adecuado de inversión que procure modernidad y buen funcionamiento a la infraestructura dedicada a este tema.

Las estimaciones de la Coparmex, en voz de su presidente, Armando Zúñiga, indican que hay un muy preocupante déficit en los dineros dedicados a la modernización de los sistemas de gestión del agua. Según el mencionado organismo es necesario abordar la problemática del agua desde tres puntos de atención: la mejora de las fuentes de abastecimiento, la potabilización del agua y, finalmente, la mejora de la infraestructura de distribución.

De ahí acciones como la construcción de plantas potabilizadoras, la consolidación de una nueva red de drenaje urbano, la exploración y explotación de nuevas fuentes de abastecimiento, la creación de redes de captura pluvial y muchas otras tantas a las cuales se les destina un presupuesto ridículamente insuficiente.

Es así que, para tomar como ejemplo la Ciudad de México, el Sistema de Aguas (Sacmex) recibe este año un presupuesto de alrededor de 13 mil millones de pesos, los cuales se emplean en su gran mayoría al gasto corriente. Conforme a lo estimado por la Coparmex, para lograr una modernización y eficiencia contundente en esta ciudad se requerirían aproximadamente 70 mil millones anuales conforme al estado actual de los activos e infraestructura. Desafortunadamente, se hace sumamente complicado cobrar lo que cuesta llevar agua a un hogar de manera realista, ya que inevitablemente nadie asumirá el riesgo político ante el necesario incremento de cobros.

Lo irónico es que hace pocos días conmemoramos el día de esta tierra que nos ahoga en sequía.