ARGENTINA

Guillermo Deloya
Columnas
MILEI ARGENTINA

Una ruptura de pasados hegemónicos y un viraje hacia un renovado papel del Estado es lo que vemos en las latitudes pamperas de una Argentina que busca el resurgimiento. Han sido largas cuatro décadas de ejercitar la democracia con todos sus bemoles, apuntalarla desde el escenario de tragedia que representó la dictadura y forjar una nueva sociedad que se ha acostumbrado a expresar su voluntad en las urnas.

No es exagerado decir que se entra en un nuevo capítulo de la historia de Argentina: la ruptura de la supremacía peronista viene a derrumbar muchos pilares de sostenimiento de la política clientelar y del divisionismo causado por una polarización exacerbada.

El tiempo fue perfecto para Javier Milei, quien ya dio muestra de talento político después del resultado de octubre, donde si bien se coló a la segunda vuelta electoral aún se encontraba unos pesados ocho puntos debajo de la votación obtenida por Sergio Massa. Pero se tuvo oportunidad de recalcular, se moderó el discurso y se alejaron personajes de esa campaña que representaran influencias nocivas.

Milei pudo pactar, mandar señales de confianza hacia los actores económicos, políticos y religiosos y hoy, como resultado, es el presidente electo de Argentina.

La victoria de Milei es la capitalización electoral de los trágicos resultados que deja un peronismo en retirada, colmado de atavismos y anacronismo. Un sistema que se había vuelto la normalidad en la vida de los argentinos, donde ya la palabra crisis era un modo de vida. Y desde esas ruinas que quedan como testimonio del mal gobierno se tendrá que reconstruir con un cambio absoluto de mentalidad, pero también se deberá transitar por un complicado proceso de reconciliación que mucho costará.

Desabasto

El panorama no es de ninguna forma sencillo para un Milei acotado, quien sin prácticamente ninguna presencia territorial del mismo signo político y sin mayoría en alguna de las dos cámaras, tendrá un escenario presidencial con poco margen de actuación: los números del Legislativo no permitirán apoyar desde ahí la política pública y ya ni se diga promover el cambio constitucional u orgánico de la administración que tanto se ha cantado como primera acción del presidente electo.

En la Cámara de Diputados la fuerza de Milei se apoya en unos modestos 38 de 257 legisladores. En el caso del Senado solo cuenta con ocho aliados de 72 posibles. Además, no existe gobierno electo alguno para ninguna de las 24 provincias argentinas. Así, el peronismo seguirá vivo con la representación de 104 diputados y 32 senadores que, sobra decir, serán un real dique de contención para un embravecido Milei que estará necesitado de resultados y cambios inmediatos.

Y partiendo de este escenario tan adverso enfrenta quizá dos problemas que claman por solución inmediata; la hiperinflación por la que atraviesa el país y la enorme escasez de bienes de necesidad y subsistencia para los argentinos.

En el caso del primer problema debe tenerse en cuenta que gran parte de la precariedad y la parálisis económica deviene de la inflación, que según el último dato disponible alcanza ya 120% en el año y 140% en términos interanuales. No puede haber margen de avance con un número así. Sin embargo, con un banco central debilitado y una productividad sumamente limitada como país se tendrá que hacer una real revolución en tiempo récord en los campos cambiarios, financieros y monetarios desde el banco central.

Para subsanar la carencia y el hambre que conlleva el desabasto Milei deberá enfrentar quizás el panorama más lesivo y que le procurará mayor roce y eventualmente impopularidad. Existe un enorme catálogo de productos y servicios subsidiados que están muy por debajo de su real valor de producción; aquellos que sirvieron como moneda de cambio para sostener el discurso populista en la entrega de dádivas y mantenimiento de clientelas electorales. Ahí se deberá contar con un plan muy estructurado de estabilización que probablemente requerirá de mayores ingresos por la vía fiscal.

Pero esto es solamente un asomo muy limitado a lo que se enfrentará esa airosa Argentina. Las discusiones que implican ideologías pronto se tendrán que poner en la mesa; ahí donde se arrancia la discusión también habrá raspones.