BEATRIZ MOJICA: FUERZA AFROMEXICANA EN EL SENADO Y LA CULTURA

Beatriz Mojica
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Hay mujeres que no nacieron en el poder, sino que lo conquistaron paso a paso, rompiendo inercias, prejuicios y techos de cristal. Mujeres que hicieron de la política una herramienta para transformar la vida de los demás. Una de ellas es Beatriz Mojica, primera senadora afromexicana de México, cuya historia encarna la fuerza de quienes con esfuerzo, estudio y convicción abrieron camino donde antes solo había exclusión.

Su carrera pública y su lucha personal reflejan lo que significa construir igualdad en un país profundamente desigual. Desde las aulas rurales de Guerrero hasta el Senado de la República, Mojica representa a una generación que aprendió que la verdadera transformación comienza cuando una mujer deja de pedir permiso para participar y empieza a ejercer su derecho a decidir.

Es licenciada en Comunicación Social por la UAM; maestra en Políticas Públicas por el ITAM y maestra en Gestión de la Política Económica por el Centro de Estudios e Investigaciones sobre el Desarrollo Internacional en Francia. También cuenta con un posgrado en el Instituto Nacional de Administración Pública de España. Ha sido diputada federal y local; y en la administración pública fue secretaria de Desarrollo Social del Gobierno de Guerrero. Es la primera mujer afromexicana que, por acción afirmativa, gana un escaño en el Senado de la República (2024). En la cámara alta fue electa presidenta de la Comisión de Cultura.

Su voz rescata una historia colectiva. “Empecé muy jovencita en la izquierda, a los 15 años, acompañando a mi madre, que se empezó a involucrar en la lucha. Mis padres eran campesinos, ganaderos, comerciantes, y obviamente no teníamos a nadie en la política”.

Desde entonces aprendió que participar en lo público era un acto de rebeldía. “Un día nos dimos cuenta de que solo los niños podían votar para elegir al presidente de la sociedad de alumnos. Pregunté por qué y nos dijeron que solo ellos estaban invitados. Entramos, me propusieron mis amigas, y gané. Mi propuesta fue que hubiera agua gratuita, porque en Ciudad Altamirano no tomar agua en todo el día era terrible. Creo que esa fue mi primera incursión en la política”, recuerda con nostalgia.

Guerra sucia

Esa niña que peleó por agua en su escuela se convirtió años después en una mujer que enfrentó ataques por su origen, su preparación y su género. “Cuando competí por primera vez a la presidencia municipal en Ciudad Altamirano la guerra sucia fue en torno de mi preparación, apostando a que no era posible que ganara una mujer que venía del campo, que venía de un pueblo pequeño. ‘¿A qué horas Beatriz estudió, a qué horas fue a España, Francia, a qué horas? Seguramente son falsos sus títulos’. Entonces revisaban. Era la guerra sucia más intensa que yo tenía: sobre mi preparación. Si hubiera sido un hombre, hubiese sido un tema de reconocimiento; pero como era una mujer era un tema de descalificación. Estamos hablando de 2008”.

Su historia está llena de batallas que abrieron puertas a otras. “Tuve la oportunidad de competir a la gubernatura en 2015 y como todavía no estaba legislada la violencia de género tenía a un diputado abrazándose con un senador en los mítines diciendo: ‘Beatriz no puede gobernar, porque no ha parido’, ‘no tiene sangre que darle a la patria’. ¡Imagínate, un tema de género terrible, de violencia política! El tema no estaba legislado todavía, pero mi caso sirvió para que hoy muchas mujeres no tengan que enfrentar eso que nos tocó a muchas: abrir camino”, afirma la senadora.

Añade: “Tuve oportunidad de quedarme a trabajar en Francia o en España, donde pude estudiar; o aquí mismo, en la Ciudad de México; pero siempre quise regresar a mi pueblo, por una razón muy sencilla: de nada te sirve prepararte tanto, si no puedes regresarle a tu pueblo lo que aprendiste”.

En la conversación, Beatriz Mojica recuerda que los mayores obstáculos no vienen del pueblo, sino de las élites. “Lo que descubrí en esos años es que la gente no tiene problemas porque las mujeres estemos en el poder. El problema lo tienen las élites, los que toman decisiones. Ahora las cosas están cambiando porque la paridad dio un giro extraordinario, pero se tuvo que legislar, porque si no, no hubiera sido posible”.

Y concluye: “No podemos nunca olvidar que sí es posible, que no importa de dónde vengamos ni los sufrimientos que hayamos tenido, siempre hay una luz en el camino que nos puede seguir guiando; pero que la voluntad nuestra de poner el corazón siempre por delante; que las ganas de servirle a la gente es muy importante; y que ni México ni Guerrero estamos destinados a la pobreza ni a la violencia, que siempre es posible tener una mejor perspectiva”.

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