Washington dio un paso extraño en la política arancelaria: anunció tarifas a semiconductores de origen chino, pero postergó su entrada en vigor hasta junio de 2027. La medida sale de una investigación Sección 301 sobre “chips heredados” (los de uso masivo en autos, electrodomésticos y telecom) y fija una regla clave: el porcentaje del arancel se comunicará al menos 30 días antes de aplicarse.
Traducción: Estados Unidos se guarda la palanca, evita un choque inmediato en suministros y gana margen para negociar con Pekín sin soltar el discurso duro.
No es un volantazo aislado. Viene después de que la Casa Blanca ya había doblado tarifas a ciertas importaciones de chips chinos a 50% (vigentes desde 2025), y ahora abre un capítulo nuevo que amplía la cobertura hacia los “legacy”.
Es a la vez política industrial y diplomacia: se mantiene presión estructural al ecosistema chino, pero se difiere el golpe para no dislocar cadenas en plena desaceleración global. Medios financieros lo leen como parte de una tregua táctica: se preserva el apalancamiento sin encarecer hoy los inventarios que sostienen electrónica y autopartes.
¿Por qué importa a México? Porque nos da tiempo útil —18 meses— para convertir el discurso de nearshoring en capacidad real. La ventana coincide con el “joint review” del TMEC en 2026: ahí se revalidan reglas, acumulación de origen y disciplinas que definirán la ventaja regional de la década. México ya abrió en 2025 una consulta pública para llegar con postura a la revisión; este tema debe estar arriba del pliego: ¿cómo anclamos más valor local en la cadena de chips que cruza la frontera?
Tres piezas concretas
Backend y pruebas (OSAT). La mayor parte del valor agregado que México puede capturar rápido está en empaquetado, pruebas y módulos para automotriz y electrónica. Estados como Jalisco ya anunciaron iniciativas de diseño y parques especializados; si se orquesta bien (incentivos focalizados + talento + compras públicas) podemos volvernos eslabón natural del clúster norteamericano para “legacy chips” y sensores.
Reglas de origen con dientes. Si el arancel a China llega en 2027 habrá empresas globales reconfigurando sourcing. El objetivo mexicano debe ser que el contenido regional (wafer, empaquetado o al menos pruebas finales) cuente para las preferencias del TMEC y para las compras del sector público (salud, energía, seguridad). Eso se negocia en reglamentos y acuerdos técnicos, fundamentalmente en la cumbre política del tratado.
Infraestructura y certeza. No habrá OSAT ni centros de diseño sin electricidad confiable y “tramitología” ágil. Aquí el reloj es despiadado: cada mes de 2026, sin subestaciones, parques con agua asegurada y ventanillas únicas funcionales, resultará terreno cedido a Texas o Arizona. Los datos lo recuerdan: solo en octubre de 2025 México movió once mil 300 millones de dólares en exportaciones de equipo eléctrico-electrónico; si queremos que ahí haya más semiconductores con sello regional, necesitamos costos energéticos y tiempos de conexión competitivos.
Riesgos a la vista. Primero, la tasa: que el arancel arranque en 0% y suba después (como sugieren los cables) o que debute en doble dígito, cambia por completo los incentivos de reubicación. Segundo, otra pista regulatoria: en paralelo corre un expediente Sección 232 que podría extender la malla más allá de China; aun sin medidas inmediatas, el simple riesgo regulatorio moverá decisiones en 2026. Tercero, la política: una crisis bilateral (o un cálculo electoral) puede acelerar o endurecer la aplicación. Esta es una política de umbral: todo parece igual… hasta que deja de serlo.
Ni “se acabó China”, ni “no pasará nada”. Lo realista es esto: Estados Unidos acomodó el tablero para 2027, no para hoy. Eso nos obliga a usar 2026 como año de ejecución: parques listos, programas de formación en test/packaging, ventanillas que resuelvan en semanas, acuerdos con fabricantes de equipos (ATE, handlers, mold, wire-bond) y con Tier-1 automotrices que ya integran más electrónica de potencia. Si llegamos a 2027 con presentaciones y no con líneas corriendo, la oportunidad se irá a otro código postal.
Los aranceles están en pausa, el tiempo no. La decisión de Washington alivia el corto plazo y ordena el mediano: quien se mueva antes de que el arancel nazca tendrá cadena, reglas y clientes. Quien llegue tarde se lamentará sobre la oportunidad perdida.

