CULTURA DE PROTECCIÓN CIVIL: FUNDAMENTAL PARA MÉXICO

Protección Civil
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Las recientes afectaciones en al menos cinco estados del país (Veracruz, Puebla, San Luis Potosí, Hidalgo y Querétaro) ponen en evidencia la importancia del equilibrio adecuado del binomio Atlas de riesgos-Cultura de protección civil.

A cuatro décadas de distancia de los sismos de 1985 y a 37 años del impacto del huracán Gilberto, como sociedad aún estamos lejos de contar con medidas efectivas de protección contra los efectos de los fenómenos naturales que año con año impactan a alguna parte del territorio nacional.

Los más visibles son sin duda los sismos y los ciclones o huracanes, sin dejar de lado las tormentas tropicales, pero es claro que en general el territorio nacional es susceptible de sufrir incluso los efectos de tsunamis y, aunque sea focalizado, el arribo de sargazo, que impactan a sectores específicos de la geografía nacional.

Especialistas en la materia consideran que en el plano nacional existen varios tipos de riesgos por fenómenos naturales. En primer lugar, los terremotos, que en el pasado reciente y mediato impactaron al territorio nacional en tres momentos históricos 1957, 1985 y 2017.

Las inundaciones derivadas de tormentas o precipitaciones pluviales atípicas impactan lo mismo en zonas rurales que en grandes urbes. Y afectan de manera negativa el patrimonio social y familiar.

Un tercer elemento son los deslaves, que generalmente se asocian a lluvias y tormentas y que han llegado literalmente a sepultar comunidades e incluso poblaciones completas.

Un cuarto elemento lo representan las heladas, que no solo impactan la salud y el desplazamiento sociales, sino que también se reflejan en la producción del campo y en general algunas actividades del sector productivo.

Al respecto, es necesario considerar el elevado volumen de frentes fríos que impactan anualmente el territorio nacional y que año con año han incrementado su impacto negativo.

Un quinto elemento lo representan los incendios forestales, ligados a la sequía, que ponen a prueba la capacidad de respuesta de la sociedad. Ya sean fortuitos o provocados, lo evidente es que los incendios erosionan el suelo e incrementan el riesgo de que se amplíen los espacios afectados por la sequía.

Finalmente, los ciclones y huracanes se constituyen quizá como una de las amenazas más temidas y conocidas.

Y más

Otros elementos que parecen pasar desapercibidos, pero que no pueden quedar al margen, son las temperaturas elevadas, que tienen aparentemente su clímax en la denominada Canícula, pero que todo indica en el territorio nacional pueden seguir en aumento, al igual que la velocidad de los vientos que impactan a algunas zonas del país.

Y, por supuesto, ligada a las lluvias, la presencia esporádica de granizo de dimensiones inusuales, incluso del tamaño de una pelota de golf.

Espacio aparte ocupan los fenómenos volcánicos, con el Popocatépetl a la cabeza, pero que tienen como referente obligado al Chichonal (o Chichón), que en la noche del 28 de marzo de 1982 alteró la vida de los zoques e impactó al país.

La erupción del volcán Chichón, guardián de las Montañas del Norte, fue solo un recordatorio de los riesgos que enfrenta México en ese rubro.

Por donde se quiera ver, es claro que la existencia y adecuada operación del Centro Nacional de Prevención de Desastres es vital para el país, pero hasta donde se aprecia es rebasada por las circunstancias en el momento en que afectan fenómenos naturales.

El Centro Nacional de Prevención de Desastres, junto con la Conagua, el Servicio Sismológico Nacional, el Servicio Meteorológico Nacional, el Monitor de Sequía en México y el Servicio de Monitoreo de Presas debieran ocupar un lugar primordial en el desarrollo del acontecer cotidiano, pero desafortunadamente no es así.

México es proclive a sufrir desastres naturales prácticamente a lo largo de todo el año. Y aunque uno de los meses más temidos sea septiembre, no hay que dejar de lado que la denominada temporada de lluvias, así como la de ciclones y huracanes, los frentes fríos, la temporada de calor, la Canícula y las sequías afectan peculiarmente y se caracterizan como un riesgo particular para el país.

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