EL DESTINO DEL DESCRÉDITO

Hugo López Gatell
Columnas
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Si se puede señalar una etapa traumática para la sociedad dentro de la historia moderna, muchos señalarían la correspondiente a la pandemia por Covid-19, que tantos estragos perniciosos causó a la humanidad. El caso mexicano no estuvo exento de cuestionamientos en torno del tratamiento que desde la política pública se le dio a tal padecimiento en razón de diversas decisiones que, para expertos, fueron inoportunas, poco apoyadas en la ciencia o sencillamente equivocadas.

Para entender la magnitud de tal desatino es prudente revisar el informe independiente de la comisión conformada por la bióloga Julia Carabias, el doctor Julio Frenk, el biólogo Antonio Lazcano, el doctor en Derecho José Ramón Cossío y una docena más de expertos, quienes en abril de 2024 presentaron un reporte acucioso sobre el manejo de la pandemia por la parte gubernamental mexicana.

Las cifras resultantes y apoyadas en la investigación científica son devastadoras; las estimaciones más objetivas consideran que de las cerca de 800 mil muertes en exceso que se registraron, cuatro de cada diez son atribuibles a la mala gestión del gobierno ante la crisis.

El problema fue tan hondo, que la esperanza de vida se redujo para los mexicanos en cuatro años entre el periodo comprendido de 2019 a 2021. Para los mismos años, el promedio de mortalidad materna aumentó en 59%, al igual que la tasa de defunciones perinatales, que incrementó en 18%. Y tan solo en un par de años (2020 y 2021) 38 de cada 100 muertes correspondieron a personas menores a los 60 años, lo cual dejó como legado un cúmulo de huérfanos que ronda los 215 mil menores por la pérdida de padre, madre o ambos.

Los pormenores sobre las probables causas mencionadas que impulsaron esta tragedia apuntan a quienes tuvieron el mando público. Hay cientos, pero las más significativas son las que referimos en las líneas sucesivas.

Desatinos

En primer lugar, la comunicación gubernamental fue un caos. No se atendió a manuales y estándares de comunicación sanitaria de crisis a nivel mundial. No se pudo enriquecer el mensaje con provecho de voces y aportaciones y la comunicación lineal desde el púlpito público se dedicó a la protección de una imagen de gobierno.

Por otra parte, la subestimación permanente de la enfermedad tuvo como resultado una falta de protección y prevención adecuada por parte de la sociedad que confió en remedios dogmáticos y sin sentido que desde el gobierno se pregonaron. La consecuente política de realizar pocas pruebas diagnósticas no permitió una respuesta asertiva.

Además, la lentitud en la vacunación cuando ya se contaba con los insumos obedeció a una inexplicable política de centralización que dejó a un lado a los órganos legales que estaban habilitados para ello. Nos referimos al Consejo de Salubridad General, a las academias nacionales de Medicina y Cirugía, así como a la Academia Mexicana de Ciencias.

La cadena de desatinos encuentra como origen la soberbia y testarudez encarnada en un hombre: Hugo López-Gatell, aquel que fuera subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud y que encumbrado en el protagonismo que le dio la oportunidad quiso crear un legado imborrable con los aplausos de aquellos que por signo político lo defendieron hasta la irracionalidad.

Hoy López-Gatell será la voz de México ante la Organización Mundial de la Salud (OMS). Hay que ser justos en saber que dicho organismo —perteneciente a las Naciones Unidas— después de la crisis por Covid ha sido fuertemente cuestionado en su peso real en la vida mundial y hoy por hoy es un rincón con escritorios y sillas a donde van a sentarse algunos olvidados.

Este será el caso de López-Gatell, quien contribuyó a la polarización en tiempos donde se gritaba por unidad. Ahí, en un organismo para muchos inocuo, irá a enterrar sus aspiraciones de grandeza que lo llevaron a alzar la voz para querer ser senador, jefe de gobierno, diputado o lo que fuera. Estará en un cargo inventado, del cual no hay antecedente ni país que replique tal representación. La carga sobre sus hombros será lastre para quien consistentemente desdeñó una crisis que se traduce en hogares incompletos. Ahí estará bien: en lo oscuro profundo del olvido merecido.

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