TRUMP Y EL CAMBIO CLIMÁTICO

“Avance de las autocracias”.

Trump y el cambio climático
Columnas
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Uno de los temas olvidados y rezagados por la administración de Donald Trump y en consecuencia por el país líder del planeta es el cambio climático: resulta muy penoso constatar que la nueva élite del Partido Republicano no solamente muestra desinterés por el asunto, sino que incluso muchas veces es negacionista.

En otras palabras, no es que hayan sido insuficientemente propositivos en el asunto, sino que ni siquiera lo consideran un tema real de la agenda de riesgo para su país y el mundo.

Un servidor dista mucho de ser especialista en el problema, pero sí veo con preocupación cómo, cuando una prioridad para el bienestar del planeta no dispone del liderazgo estadunidense, se va desplazando hacia fuera de las preocupaciones de las democracias occidentales. No solamente es que Estados Unidos ejerza un liderazgo político por su capacidad para convocar cumbres o insertar asuntos en organismos bilaterales y multilaterales, sino que su liderazgo es económico.

Ese liderazgo económico se refleja en inversiones para investigación de desarrollo tecnológico con un enfoque más ambiental, así como en la creación de redes de cooperación científica internacional entre universidades y empresas.

Bien es verdad que hay países del Grupo de los Siete (G7), como Reino Unido, Canadá o Alemania, con una ambiciosa agenda verde, pero si bien son potencias económicas importantes no tienen la misma capacidad para atraer los reflectores del mundo que Estados Unidos y, por tanto, no gozan del mismo efecto de imitación por parte de otras naciones.

Además, los esfuerzos individuales de esos países, por loables y ambiciosos que sean, si están desvinculados de un gran emisor contaminante como Estados Unidos no tienen la capacidad de cambiar o revertir la tendencia mundial. Lo que sucederá (ya está sucediendo) en este como en otros temas es que la posición preeminente en el mundo como referencia para el combate al cambio climático la ocupará China.

Regalo

En principio, esto por sí mismo no tendría por qué ser algo negativo. El inconveniente reside en que su modelo político de inspiración totalitaria recibirá una atención y admiración muy preocupante. No obstante, sería difícil criticarles por convertirse en líderes en la protección ambiental.

Ese liderazgo también habrá de reflejarse en industrias más competitivas, en la medida en que gastarán menos energía o harán un uso más eficiente de los recursos naturales. Los especialistas mexicanos en temas estadunidenses que más respeto, como Luis Rubio, consideran que eventualmente el sistema político norteamericano reaccionará con correctivos institucionales frente al trumpismo. No obstante, reconocen que mientras eso sucede la destrucción de valor y la credibilidad internacional de EU provocará un daño posiblemente irreparable.

Esto significa, entonces, que el llamado mundo libre de las democracias occidentales se quedará sin cabeza y, por consiguiente, muy debilitado frente al avance de las autocracias. La carrera por el liderazgo ambiental no es una agenda hippie ni woke, es un asunto de preeminencia económica, tecnológica y evidentemente geopolítica. El rezago estadunidense en políticas de atención al cambio climático es solo una más de las armas que el actual gobierno norteamericano le está regalando a China.

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