La gran definición de quiénes somos en la vida y cómo construimos un legado que perdure deviene de un largo proceso de experiencias y aprendizaje. Dicho camino, en gran medida, se predispone de manera temprana mediante el encauzamiento de la mente joven en una etapa donde se es altamente receptivo al aprendizaje y a la asimilación de conceptos.
En tal escenario es una obligación moral, ética y humana que el proceso de enseñanza enaltezca el raciocinio y aleje de una fuente demandante de conocimiento, como lo es la mente del estudiante, cualquier dogma o creencia que identifique a una cúpula enaltecida en el gobierno.
No es viable ni plausible el adoctrinamiento en menesteres políticos, religiosos o sociales que por naturaleza están sujetos a la discusión y asimilación optativa de acuerdo al raciocinio personal. En consecuencia, la educación y los materiales con los cuales se instrumente implican que estén revestidos de una alta responsabilidad y compromiso para alejar esa influencia perniciosa que dejan el dogma y la creencia. Por el contrario, cada vez más la educación se debe apegar a la ciencia y la vanguardia en un mundo globalizado; acorde con la modernidad de un planeta que deja atrás modelos y cartabones que la historia ya desechó en el basurero de la inutilidad.
Es un real atropello que los instrumentos didácticos por excelencia que tiene la educación pública, es decir, los libros de texto gratuitos, estén plagados de un pestilente adoctrinamiento que tiende a deformar el pensamiento en proceso de consolidación de los niños y jóvenes mexicanos.
Si partimos de un escenario de carencias y deficiencias notorias en el sistema educativo mexicano, donde la enseñanza media superior recibe a estudiantes con notorios rezagos, el panorama se convierte en tragedia. Estamos en un mundo donde el conocimiento científico y la capacidad para la resolución práctica de problemas son los pilares deseables que concederán un mejor paso hacia el abatimiento de un penoso atraso que ya nos pesa como un ancla. Sin embargo, desde una cúpula gubernamental altamente politizada se ha decidido plasmar en materiales de enseñanza una visión sumamente parcial y limitada de país, y además aleja a los niños de una formación integral en habilidades matemáticas, lingüísticas y en general de un catálogo de habilidades que son precisamente de las que ahora se carece.
Anacronismo
Para quienes permiten que se conciba esta aberración materializada en los libros de texto gratuitos es preferible anteponer a la educación la ideología y el encono; es mayormente deseable la siembra del rencor social que se capitaliza con fines electorales y de control, que apostarle a un futuro de capacidades adquiridas por nuestros educandos.
Stella Vosniadou, especialista en sicología del desarrollo y educativa, en la aportación de sus doce principios para la correcta asimilación en el proceso de aprendizaje destaca la responsabilidad por lo que denomina “la reestructuración del conocimiento”. Aquí se identifica un accionar dirigido que de ser mal encauzado constituye un real impedimento para la valiosa asimilación de conceptos con objetividad y rigor científico educativo.
Con las acciones de una SEP que apunta a la satisfacción de la razón de algunos, se dan varios pasos hacia atrás en un país donde los estudiantes deben estar listos para un futuro que, de suyo, ya se presenta como notoriamente retador y adverso.
Se está hipotecando la totalidad del futuro de generaciones si se concreta este atentado al buen saber. La lejanía de conquistar capacidades en matemáticas, comunicación, ciencia y tecnología nos pone en conjunto como una sociedad que vuelve con pesares y resentimientos al pasado, sin entender la necesidad de estar a la altura del futuro.
Estamos en un espacio anacrónico, de vuelta a tiempos donde se ponderó el dogma como eje rector de la educación. Porque es cierto que esta intentona no es nueva, pero en ello, en otros momentos, no había privado tanto descaro ni desfachatez para hacer de las mentes jóvenes meros súbditos que sigan a rajatabla y sin cuestionar un apego a principios comunistoides que probadamente han fracasado. La educación implica diálogo, cuestión que aquí sencillamente se encuentra negada en la corta verdad de muy pocos que desafortunadamente hoy gobiernan.