EL BATALLÓN SAN PATRICIO: UNA CONEXIÓN CON IRLANDA

“Aversión hacia lo que percibían como una injusticia manifiesta”.

Ignacio Anaya
Columnas
BATALLÓN SAN PATRICIO

Cuando fui a Irlanda algo que de inmediato llamó mi atención fue lo parecido que son los irlandeses a los mexicanos. Además de la religión católica, ambos somos vecinos de potencias que no han sido la mejor compañía, por no decir explotadoras. Es un país que tiene cosas en común con México y en el pasado hay una anécdota de ello.

En la historia existen sucesos que resaltan por su naturaleza inusual y conmovedora. Uno de tales episodios es el del Batallón de San Patricio durante la Guerra entre México y Estados Unidos (1846-1848). Este contingente, compuesto principalmente por soldados de origen irlandés, optó por unirse a las fuerzas mexicanas en algunas de las confrontaciones más decisivas de la contienda. Su decisión de alinearse con un país extranjero resalta una profunda conexión con base en experiencias compartidas y una aversión hacia lo que percibían como una injusticia manifiesta por parte de EU.

Bajo el mando de John O’Riley, un desertor irlandés del ejército invasor, los San Patricios se involucraron en la campaña del bando mexicano participando en batallas clave como Matamoros, Monterrey, La Angostura, Cerro Gordo y Churubusco; en esta última sus integrantes fueron capturados y sentenciados a muerte por los estadunidenses. Fue durante este periodo que dicho grupo de soldados, originalmente considerados extranjeros, comenzó a familiarizarse con la cultura y la idiosincrasia mexicana, descubriendo en el proceso similitudes notables como la fe católica y experiencias de discriminación por parte de los estadunidenses.

Guillermo Prieto, en sus Memorias de mis tiempos, relata cómo los San Patricios se ganaron la simpatía y el respeto de la población mexicana no solo por su valentía en el campo de batalla, sino también por su fervoroso compromiso con la causa de México. A pesar de los esfuerzos desesperados de las figuras más prominentes de la sociedad mexicana, que incluyeron ruegos y súplicas al general estadunidense Winfield Scott, la sentencia de muerte de los San Patricios se llevó a cabo con una crueldad que desafía la comprensión.

Legado

Samuel E. Chamberlain, en My Confession, describe con gran detalle la inusual y despiadada naturaleza de las ejecuciones. El día seleccionado fue el mismo día del asalto a Chapultepec. Las horcas fueron erigidas en una elevación desde la cual se podía observar claramente el Castillo de Chapultepec. El coronel William S. Harney, encargado de supervisar la ejecución, mantuvo a los condenados bajo las horcas, con la cuerda al cuello, hasta que la bandera estadunidense fue izada sobre las murallas de Chapultepec, momento en el cual sus cuerpos quedaron colgados.

El destino de los San Patricios subraya no solo la barbarie inherente a la guerra, sino también la capacidad humana para la solidaridad en circunstancias excepcionales. A pesar de su origen extranjero, los San Patricios se identificaron con algo en México que los hizo luchar contra los invasores, resistiendo los embates de una guerra que consideraban profundamente injusta. Puede ser que se hayan identificado ellos mismos con los mexicanos.

Aunque su destino final fue trágico, su legado es conmemorado en México.