ENTRE CIFRAS Y DESOLACIÓN: EL DESAFÍO DE CONTABILIZAR VIDAS

“La prioridad es la búsqueda y rescate”.

Ignacio Anaya
Columnas
OTIS ACAPULCO VIDAS

Tras el devastador paso de Otis en Guerrero una de las mayores interrogantes gira en torno de la cifra de personas que perdieron la vida: además de la devastación física de infraestructuras y territorios, una de las secuelas más dolorosas y complejas de abordar es el recuento humano.

Entre las cifras “oficiales” del gobierno y los testimonios se deja ver la problemática al momento de conocer las pérdidas humanas. No es una cuestión insignificante, puesto que para muchos es dimensionar la verdadera gravedad de los desastres naturales.

Esta tarea, que suele ser relevante para la memoria histórica y la reparación a las víctimas, resulta ser un desafío por diversas razones.

Fue en los últimos días de septiembre de 1955 cuando el huracán Janet atravesó Quintana Roo dejando cifras de muertos y heridos que fluctuaron considerablemente. El testimonio del gobernador Margarito Ramírez pone en evidencia la gravedad de la situación, con 97 víctimas mortales registradas en el día siguiente al paso del huracán por Chetumal. Sin embargo, los registros del Weather Office indicaron 120 muertos confirmados y un número indeterminado de desaparecidos. Estas cifras divergentes reflejan la complejidad y el reto de obtener un recuento preciso en medio del caos. El periódico Excélsior indicó el 1 de octubre 100 fallecidos. Entre la prensa, el gobierno, testimonios e investigaciones la cifra nunca se mantuvo fija.

De tal manera, el verdadero número jamás será conocido. Hasta la fecha solo hay aproximaciones.

Adicionalmente, los obstáculos físicos presentes tras un huracán, tales como estructuras colapsadas, áreas inundadas y escombros, ocultan los cuerpos de muchas víctimas. En algunos casos la descomposición y la falta de medios para identificar los cadáveres agravan este proceso. Por otro lado, se sabe bien que el mar tiene una perturbadora capacidad para tragarse vidas, sin intención de regresarlas.

Interrogantes

Estas inconsistencias no son ajenas a la realidad de muchas otras catástrofes. Las fuentes de información varían y las circunstancias posteriores al desastre dificultan la recopilación precisa de datos.

Cabe mencionar una cosa: en el caos inmediato la prioridad es la búsqueda y rescate, más que el meticuloso conteo. No obstante, manipular cifras o valerse de la ineptitud en su registro para minimizar una tragedia no es una acción ajena a la capa más desagradable de las clases políticas. A veces es mejor el sentido común que cualquier mentira.

Estos desafíos subrayan una triste realidad: más allá de los números y estadísticas, hay historias individuales y familias rotas. La imposibilidad de ofrecer cifras exactas acentúa el dolor y el trauma, así como el planteo de interrogantes sobre la capacidad del ser humano de enfrentar y documentar adecuadamente las consecuencias de tales eventos catastróficos.

El proceso de contabilizar muertes tras un huracán es una tarea ardua y desgarradora. Más allá de la necesidad de datos precisos para registros históricos y gubernamentales esta labor tiene un profundo significado humano, a la vez que hacer ver las ineptitudes de la política.

La variabilidad en las cifras es un recordatorio de la devastación que un ciclón puede causar y de las limitaciones inherentes en la capacidad humana de comprender plenamente su impacto.