EL QUE MANDA VIVE ENFRENTE

Ignacio Anaya
Columnas
Poder

¿Quién maneja los hilos en el teatro del poder? La arena política está siempre sujeta a cuestionamientos acerca de la concentración de autoridad en las instancias de gobierno. Surge inevitablemente la duda sobre la veracidad del líder político, planteándose si hay una persona oculta que lo controla desde las sombras.

Es un pensamiento plausible el de la presencia de alguien con la influencia suficiente para determinar el rumbo de una nación. El líder público carece de las destrezas necesarias para dirigir, sus decisiones benefician a determinados sectores y perpetúa descaradamente las directrices de quien lo precedió. Este fenómeno ocurre cuando el gobernante anterior poseía gran popularidad y poder, pero al encontrarse limitado por la Constitución busca otras maneras de permanecer en escena, usualmente a través de sus sucesores.

Un ejemplo claro en la historia de México es la etapa donde Plutarco Elías Calles ostentó un control del gobierno que opacaba al propio presidente en funciones. El Maximato se extiende desde 1929 hasta 1934, un lapso provocado por la crisis política tras el asesinato de Álvaro Obregón.

Este periodo estuvo marcado por la fuerte presencia de Elías Calles, expresidente de 1924 a 1928, quien mantuvo su dominio a través del Partido Nacional Revolucionario (PNR) y sus allegados, gestionando intereses internos. Sin embargo, se le recuerda principalmente por la Guerra Cristera y la confrontación con la Iglesia católica.

En el Maximato hubo una serie de medidas y acciones destinadas a fortalecer el control del PNR y de Calles, a menudo en detrimento de otros grupos políticos y sectores de poder. En esos años, México tuvo tres presidentes provisionales: Emilio Portes Gil, Abelardo L. Rodríguez y Pascual Ortiz Rubio.

Bastión

El dominio de Calles y la percepción que la sociedad tenía de su autoridad quedaron reflejadas en una cuarteta popular, citada por el historiador Luis González y González en Los días del presidente Cárdenas: “El que vive en esta casa es el señor presidente, pero el señor que aquí manda vive en la casa de enfrente”.

Delante del Castillo de Chapultepec, antigua residencia presidencial, estaba la colonia Anzures, donde Calles tenía su hogar. Tal expresión subrayaba que, independientemente de quién fuera el presidente, era Calles quien realmente gobernaba. Su control sobre los tres mandatarios era innegable. El jefe máximo dirigía el destino de México desde su bastión y no sería sino hasta la llegada de Lázaro Cárdenas que su predominio en la política mexicana vería su final.

Es claro que los sistemas democráticos no están exentos de que el poder se concentre en una sola figura. Incluso en democracias sólidas la influencia de un líder carismático puede opacar a las instituciones y mecanismos ya establecidos. La preeminencia de Calles en la política mexicana es un ejemplo de cómo una persona, con la combinación adecuada de astucia, ambición y circunstancias favorables, es capaz de ejercer la toma de decisiones en el rumbo de una nación.