ESTUPIDECES POR “AMOR”

Mónica Soto Icaza
Columnas
Copia de COLUMNAS (1920 × 1080 px).png

Enamorada y estúpida no son sinónimos. Mi cerebro lo entiende bien. Mi corazón quizá no tanto. Por eso en nombre del amor he tomado una buena cantidad de decisiones que definitivamente no me enorgullecen ni harían enorgullecer a mis congéneres. Pobre amor, tan bonito y tan maltratado; interpretado de una manera tan torpe por nosotros, ejecutantes del romanticismo.

Voy a compartirte aquí algunas de las peores. Seguro coincidiremos en ser compañeros del mismo —estúpido— dolor. O no.

Me fui a vivir con uno de mis novios porque le daba flojera acompañarme a mi casa en la madrugada. Además, vacié mi cuenta de ahorros hasta el último centavo para comprar electrodomésticos y otras cosas para esa casa o para financiar las fiestas y el entretenimiento digital, todo a fondo perdido, nada más porque supuestamente la del dinero era yo; como él se dedicaba a escribir no podía distraerse con asuntos nimios.

Me depilé el bigote porque a uno de los especímenes que me agencié como novio no le gustaba besarme con el argumento de que sentía que estaba besando a un hombre. Sí, un hombre con tetas y derrière generoso. Tuve empatía y sí, me depilé el bigote, el problema fue que con los pelos también se fue mi amor por él.

Le creí a otro de mis novios de juventud cuando me decía que ningún hombre iba a querer estar conmigo porque era muy peluda y mi cara no era precisamente bonita. Y pensar que desde que lo dejé mi lista de pretendientes creció exponencialmente. Más bien el de la baja autoestima era otro. Ejem.

Tomé anticonceptivos orales porque mi galán en turno me dijo que no me convenía embarazarme a los 24. Hasta ahí claro que estuve de acuerdo. El asunto fue que él dejó el problema del embarazo sobre mí porque no había poder humano que le pusiera un condón y sí, yo lo acepté sin cuestionarme absolutamente nada.

Desperdicio

Dejé de escribir poesía por años porque otro de mis novios me dijo que era una mala poeta. Ese ha sido uno de mis grandes problemas en la vida: otorgarles a otros el poder de evaluar mi desempeño en todos los aspectos, como si yo fuera una mensa sin criterio ni ideas propias.

Me sentí orgullosa de que un hombre famoso y con muchas mujeres detrás me eligiera a mí como compañera (además, no era ni tan famoso ni tenía tantas mujeres, pero, bueno, era yo demasiado joven e ingenua). La parte que no alcancé a ver en ese entonces fue que sería así mientras le sirviera, en toda la extensión de la palabra. Yo no le serví. La única sumisión que me gusta es la sexual. Y no siempre.

Me corté el pelo, aunque me gustaba más tenerlo largo. Uno de los objetos de mi afecto dijo que le encantaban unas fotos que tenía con el pelo corto; y hasta fui a la peluquería con una de esas fotos en la mano para que reprodujeran el corte. Sí, estaba desesperada por gustarle.

Me empecé a rasurar las piernas todos los días por si uno de mis amantes me llamaba ese mismo día después de que me hubiera bañado y ya anduviera en la calle, siendo imposible quitarme los mínimos pelitos. Cerca de su casa hay un Oxxo y un día me fui diez minutos antes, pasé a comprar crema, rastrillo y toallitas húmedas y me afeité, ahí en el coche, estacionada afuera, antes de tocar el timbre.

Desperdicié horas y horas de mi vida, incluidas innumerables noches de insomnio, pensando obsesivamente en palabras, detalles, sentimientos, sensaciones relacionadas con un novio, con cosas que él dijo, o hizo, o hicieron, o le dijeron… en vez de usar ese tiempo en crear, imaginar, unir puntos, hacer análisis, estructurar historias.

Exacto: tiempo de mi vida, de mi intelecto, desperdiciado en pensamientos estresantes que distraen de lo importante e impiden crecer.

¿Qué estupideces has hecho tú por amor?