Septiembre abre con una paradoja. Por un lado, la integración norteamericana que empujó el nearshoring y la relocalización productiva; por el otro, una ola arancelaria en Washington que ya se siente en la frontera.
En Ciudad Juárez —termómetro de la manufactura de exportación— se perdieron más de 64 mil empleos entre junio de 2023 y junio de 2025, mientras el empleo IMMEX ronda hoy unas 262 mil plazas en la ciudad.
La explicación es multifactorial —costos, incertidumbre y, sí, nuevos gravámenes—, pero el resultado es el mismo: menos actividad y más dudas.
El telón de fondo es jurídico y político a la vez. La Casa Blanca estiró el uso de facultades de emergencia para imponer gravámenes universales y una corte de apelaciones en Estados Unidos declaró ilegales esas medidas; todo apunta a que el caso escalará a la Corte Suprema. En lo inmediato, eso significa un péndulo de incertidumbre: un Ejecutivo que busca margen para fijar tarifas y tribunales que recuerdan que la política comercial, en esencia, corresponde al Congreso. Para México y Canadá, la clave no es solo el fallo final, sino cómo administrar la volatilidad mientras llega.
Al mismo tiempo, el reloj del TMEC se adelantó. Aunque el tratado fijó julio de 2026 para la “revisión conjunta” —con la decisión de extenderlo por 16 años o activar revisiones anuales que podrían llevar a la expiración en 2036—, las capitales ya preparan posiciones y México espera arrancar formalmente el proceso hacia finales de septiembre o inicios de octubre de 2025. La pregunta no es menor: ¿será una evaluación de operación e implementación… o una renegociación de facto? La oportunidad —o el riesgo— es evidente.
Examen
Conviene ordenar la discusión con datos. México se mantuvo como el principal socio comercial de Estados Unidos en la primera mitad de 2025, medido por participación en el comercio total: la interdependencia productiva se sostiene más allá del ruido político. En paralelo, la inversión extranjera directa a México marcó récord: 34 mil 265 millones de dólares en el primer semestre de 2025 (alrededor de 10% más anual), con un primer trimestre que ya había rebasado los 21 mil 300 millones. La foto, sin embargo, no es uniforme por entidad y sector, y varios analistas advierten sobre efectos base en las comparaciones. Dicho de otro modo: sí hay apetito por México, pero la conversión a proyectos operando depende de certidumbre regulatoria, energía suficiente y limpia, y logística confiable.
La logística fronteriza ofrece otra alerta. En febrero de 2025 hubo demoras de hasta ocho horas por fallas y mantenimiento de plataformas aduaneras, además de revisiones más intensas. Cuando las reglas crujen la inversión se encoge y las cadenas pierden confiabilidad. Ese punto debe estar al centro de la agenda técnica si queremos que el nearshoring no se vuelva un espejismo de presentación: menos discursos y más ingeniería institucional en aduanas, puertos y verificación de origen.
¿Qué hacer desde México? Primero, aislar la revisión del TMEC de la coyuntura y llegar con metas verificables: acelerar permisos (energía, uso de suelo y ambientales), digitalizar verificaciones de origen y reducir tiempos de cruce con indicadores trimestrales. Si el dato dicta el rumbo, la narrativa se sostiene. Segundo, construir un frente México-Canadá en asuntos donde ya existe convergencia: reglas de origen automotrices, economía digital y mecanismos de solución de controversias. Mejor son las victorias concretas que una lista infinita de buenos deseos. Tercero, preparar escenarios ante el litigio arancelario en Estados Unidos: si la Corte Suprema acota el uso de facultades de emergencia se abrirá margen para retirar gravámenes; si no, conviene diseñar alivios quirúrgicos —cupos temporales o exclusiones sectoriales— que protejan empleo sin desarmar cadenas.
Finalmente, no perdamos de vista que la revisión del TMEC no es un rito protocolario: es el examen de mitad de camino de nuestro modelo de desarrollo en Norteamérica. La interdependencia es un activo, pero solo se produce si la apuntalamos con certidumbre regulatoria, energía competitiva y aduanas predecibles. Con datos en mano —empleo, flujos de IED, tiempos de cruce, participación en comercio— podemos transformar la coyuntura arancelaria en una ventana para afinar reglas y consolidar la integración. Los tratados no se defienden solos: se defienden con estadística, reformas internas y diplomacia.