UNA FALSA ELECCIÓN

Elección Poder Judicial
Sergio Sarmiento
Columnas
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El próximo 1 de junio los mexicanos tendremos la posibilidad de acudir a las urnas, pero no será “una fiesta cívica”, como les gusta decir a los amantes de los lugares comunes, sino un golpe más en la destrucción de la democracia de nuestro país.

Pero ¿cómo puede una elección ser un golpe a la democracia? Porque se está politizando la única rama del Estado que no debe ser política. El Poder Judicial no debe depender de las promesas de campaña con las que se elige a los legisladores o titulares del Poder Ejecutivo. Los jueces no tienen por qué ser populares. Su responsabilidad es hacer cumplir la ley, aunque esto no sea popular.

Lo dijo en 2020 el entonces presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Arturo Zaldívar: “En muchas ocasiones los jueces tenemos que ser impopulares. Mucho de lo que nosotros hacemos es contra-mayoritario, porque es defender los derechos de las minorías incluso frente a las mayorías. Me parece que, si fuera por elección popular, se desnaturaliza la función del juez constitucional”.

Tristemente, los políticos cambian de opinión. Zaldívar renunció a la SCJN, a pesar de que la Constitución dice que el cargo de ministro es irrenunciable, y ahora es parte del gobierno, pero ha olvidado su opinión sobre la elección de los jueces.

Zaldívar tenía razón en 2020. Los jueces no deben ser electos por voto popular, porque la justicia no se puede someter a una mayoría de votos, no puede depender de un concurso de popularidad, no puede ser un linchamiento. Los jueces deben conocer las leyes y concentrarse en su cumplimiento, no salir en campaña a hacer promesas. ¿Qué puede prometer un aspirante a juez que no sea cumplir y hacer cumplir la ley?

Peor aún, estas elecciones judiciales representan un retroceso monumental en el sistema electoral construido con una serie de reformas luego del fraude electoral de 1988. Los candidatos han sido escogidos por su cercanía al poder. En la duda, la selección final le correspondió a una tómbola. Por otra parte, esta será la primera elección en los tiempos modernos en que los ciudadanos no contarán los votos. La responsabilidad corresponderá a funcionarios del Instituto Nacional Electoral (INE). Ni siquiera Manuel Bartlett se atrevió a tanto en 1988. Además, las boletas que no se usen no serán inhabilitadas, sino que se mandarán a los centros distritales del INE con la esperanza de que a nadie se le ocurra rellenarlas.

Berrinche

Nos dicen que esta elección judicial nos hará el país más democrático del mundo, pero el Índice de Democracia de The Economist Intelligence Unit nos coloca en el lugar 84. Esta elección nos retrasará más. El país más democrático del mundo es Dinamarca, pero ahí los jueces no son electos por voto popular, sino seleccionados por un Consejo de Designación Judicial formado por especialistas. Si queremos ser más democráticos deberíamos aprender de Dinamarca y no de Bolivia, aunque ni siquiera Bolivia ha cometido la locura de elegir a todos sus jueces por voto popular.

La decisión de despedir a todos los jueces de nuestro país vino de un berrinche del expresidente López Obrador, molesto porque los jueces otorgaban suspensiones y amparos ante las medidas ilegales e inconstitucionales que él impulsaba. Consideraba que los jueces no debían salirle “con el cuento de que la ley es la ley”.

Sin embargo, tanto los jueces como él juraron cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanen.

Ahora tendremos, quizá, jueces populares, que difícilmente tendrán el valor y la capacidad de cumplir y hacer cumplir las leyes.

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