INVERSIONES POPULISTAS

“Falta de inversión en infraestructura hidráulica”.

Inversiones populistas
Columnas
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Una de las reglas de los gobiernos populistas es que el dinero público debe gastarse en lo que se ve o en lo que compre votos. No tiene sentido usarlo para lo que está oculto o para lo que no permite que el pueblo agradezca al político su generosidad.

¿Invertir en infraestructura hidráulica? No, es una enorme tontería. Los tubos enterrados ni se ven ni se agradecen. Siempre es mejor un teleférico o un segundo piso que un cárcamo o una red de agua potable o de desagüe.

Tampoco es importante la calidad o la utilidad de lo que se construya. Lo que realmente vale la pena son las inauguraciones frente a las cámaras de televisión. Una línea del Metro, como la Línea Dorada de la Ciudad de México, hay que construirla rápido, aun cuando no haya un proyecto previo y se cambien los planes a cada momento.

Los proyectos tampoco tienen que ser rentables. El Tren Maya se construyó sin un estudio previo de factibilidad económica, costó tres veces lo presupuestado, iba a terminarse en tres años, lleva casi siete sin concluir y está condenado a perder dinero en el futuro.

Cuando los políticos nos dicen que las obras públicas no tienen que ser rentables ocultan el hecho de que esto las descapitaliza de manera sistemática y reduce o elimina los trabajos de mantenimiento. El Metro de la Ciudad de México, con sus cataratas internas en temporada de lluvias, es un ejemplo de lo que ocurre con las obras que no son rentables.

Cobrar un precio realista por un servicio público es impensable. Por eso la entrada al Metro de la Ciudad de México es de cinco pesos, aunque el costo real sea de 18 pesos por pasajero. El sistema recibe un subsidio anual de 19 mil millones de pesos. No queda dinero para el mantenimiento, aunque esto pueda provocar un desplome, como el de la Línea Dorada en el que murieron 27 pasajeros.

Ideal

La falta de inversión en infraestructura hidráulica hizo que las lluvias del 9 de agosto y los días subsecuentes provocaran inundaciones en varias alcaldías capitalinas y municipios mexiquenses. Cientos de familias perdieron parte de su patrimonio. El Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México sufrió inundaciones no solo en sus pistas sino también dentro de sus instalaciones y tuvo que suspender operaciones en por lo menos tres ocasiones, generando retrasos, cancelaciones y un caos operativo que duró varios días. El costo fue de miles de millones de pesos. Aun así, el gobierno se congratula por haber cancelado el Nuevo Aeropuerto Internacional de México en Texcoco, el cual habría evitado esos problemas por haber sido planeado con un sistema de drenaje moderno e independiente.

Para los populistas esto tiene poca o ninguna relevancia. El dinero público es más útil para ellos si se emplea para construir un teleférico, aunque transporte a pocas personas, o para repartir apoyos en efectivo y lograr que los ciudadanos agradecidos voten por quienes están en el poder. Que la gente no pueda acudir a trabajar porque los caminos y el Metro están inundados, que se pierdan empleos porque los usuarios de los servicios aéreos prefieren hacer conexiones en Dallas o en Miami, eso no importa.

En la imaginación de los populistas lo ideal sería tener un país en el que nadie trabajara, el pueblo viviera de las dádivas del gobierno y todos estuvieran siempre agradecidos a los generosos gobernantes. Enterrar tubos o construir infraestructura rentable solo se le ocurre a un neoliberal. Por eso, justamente, los neoliberales ya no están en el poder.

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