LA BOMBA NUCLEAR, UNA PREOCUPACIÓN

“Potencial transferencia de armas nucleares”.

Ignacio Anaya
Columnas
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En los noventa, que anunciaban los comienzos de un nuevo siglo, el historiador británico Eric Hobsbawm escribió un libro de preguntas y respuestas junto con el periodista y escritor italiano Antonio Polito. El resultado fue la obra titulada Entrevista sobre el siglo XXI (1994). Era de esperarse, tomando en cuenta el contexto, que uno de los muchos temas sería el de la guerra.

Al abordar los conflictos bélicos y la tecnología en estos, Hobsbawm mencionaba lo siguiente: “¿Es posible una guerra nuclear? Por una parte, la escasa probabilidad de una guerra mundial hace también improbable una guerra nuclear. Pero técnicamente hablando el uso de armas nucleares en una guerra es, en mi opinión, posible y no improbable, porque la tecnología ha hecho que esas armas sean cada vez más fáciles de producir y, en consecuencia, de disponer de ellas y de transportarlas rápidamente. Con lo que excluir el riesgo de una guerra mundial no quiere decir eliminar el riesgo de guerras en las que puedan utilizarse armas nucleares”.

La frase no era una predicción sino el análisis de un historiador de su realidad y lo que ha estudiado durante el siglo XX.

El miedo a las bombas fue recurrente en la Guerra Fría y hasta la fecha sigue siendo un temor global. Por ello hay acuerdos diplomáticos que buscan regular la producción de estas armas de destrucción masiva, así como la preocupación cuando un país puede hacer uso de ellas. En los discursos están presentes ya sea para asustar, mostrar poderíos o simplemente hacerse notar en el mapa geopolítico.

Tensión

Resulta interesante retomar la visión de Hobsbawm en la actualidad. El reciente anuncio del presidente bielorruso Alexander Lukashenko de que los países dispuestos a unirse a la Unión de Rusia y Bielorrusia podrían acceder a armas nucleares confirma la advertencia del historiador británico sobre la accesibilidad y la posibilidad de uso de este tipo de armamento. No se trata tanto de una guerra mundial, sino de conflictos en una determinada región que pueden llegar a tener un componente nuclear.

Igualmente, la potencial transferencia de armas nucleares de Moscú a Minsk, unida a las crecientes tensiones en el este de Europa, evoca los peores temores de la era de la Guerra Fría. La presencia de estos dispositivos en las narrativas y declaraciones políticas actuales parece indicar que se está entrando a una nueva época de tensión nuclear.

Las palabras de Lukashenko, sin embargo, se quedan cortas al usar las armas nucleares como una táctica de disuasión o una herramienta retórica. Al sugerir su distribución a los países que se unan a Rusia y Bielorrusia, plantea un escenario de proliferación nuclear que haría que el armamento nuclear sea más accesible y común en conflictos futuros.

Los últimos acontecimientos parecen respaldar la advertencia de Hobsbawm de que la disminución del riesgo de una guerra mundial no significa la eliminación del peligro que rodea a los conflictos regionales o entre dos países en los que puedan utilizarse armas nucleares. A medida que avancen los años, el análisis del historiador podrá o no ser cada vez más relevante en nuestra propia realidad. El desafío para la comunidad internacional en el futuro será cómo abordar estos desarrollos y mantener la estabilidad en un mundo donde el uso de armas nucleares sigue siendo la mayor preocupación al momento de estallar una guerra.