ENCUENTRO DE LA OTAN EN VIENA

Javier Oliva Posada
Columnas
OTAN VIENA

Los días martes 11 y miércoles 12 en la capital de Lituania, bajo la impronta inevitable e ineludible de la invasión de Rusia a Ucrania, que ya cumplió más de 500 días, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) llegó a conclusiones y consensos como en pocas ocasiones, a decir de testimonios y reportes de los medios de comunicación y de analistas especializados. Realizada a tan solo 200 kilómetros de la frontera con Rusia, los discursos de Jen Stoltenberg, Joseph Biden y Volodimir Zelensky, concitaron la atención del encuentro.

Dentro de la misma OTAN se han registrado ajustes relevantes, no vistos a lo largo de su historia, debido a la invasión rusa en curso, pero también ha implicado dicho escenario, un gran reto para la indispensable adaptación de la misma OTAN a los tiempos de los retos y antagonismos que enfrenta el equilibrio de poderes en varias partes del mundo. Por principio de cuentas y fuera de lo estipulado en sus leyes y reglamentos, Stoltenberg, además de haber sido reelecto hace dos años, el pleno resolvió por unanimidad de los integrantes ampliar su mandato otro año más, para que el concluir, haya cubierto diez al frente de la organización y se convierta así en el secretario general que más tiempo ha desempeñado el cargo.

Lo anterior amerita dos señalamientos. El primero, que para evitar una innecesaria competencia y posible formación de bandos o bloques de los países para apoyar a uno u otro candidato, en pleno curso del conflicto bélico entre Ucrania y Rusia, se decidió aplazar un año la sucesión para el de la Secretaría General. El segundo, y también de primer orden, es la incontenible ola de triunfos electorales de lo que se considera en el espectro ideológico, como la ultraderecha, que ha logrado sonados triunfos como el de Grecia y otro, aunque a escala local, en Alemania. El riesgo que esa oleada representa es que en varias de las posiciones de los líderes de esa formaciones se anida una clara posición de rechazo a la migración y a lo que es “extra europeo”. Incluyendo las estructuras multilaterales, como es la propia OTAN.

Nuevos ingresos

Por lo que hace a los pronunciamientos centrales de la reunión en Vilna, caben destacar tres, quizá cuatro. El primero, la puesta en marcha de la opción de la inclusión de Ucrania en la OTAN, como integrante de pleno derecho. Esto es muy relevante pues en días previos el presidente de los Estados Unidos había expresado de forma abierta que ese país no estaba en condiciones de ingresar a la organización y que debía posponerse el proceso de aceptación, sin embargo, los reportes del encuentro dan cuenta de un sustancial cambio para que dentro del documento de acuerdos se manifieste la posibilidad de la admisión de Ucrania, no obstante, la guerra está en curso.

En segundo lugar destaca la presentación “en sociedad” en la reunión de Finlandia como nuevo integrante de la OTAN. Un tercer punto es el pronunciamiento y compromiso de Turquía por voz del presidente Recep Tayyip Erdogan para desbloquear el ingreso de Suecia, y aunque no ha sido confirmada la negociación, de nueva cuenta se abriría la posibilidad del ingreso de ese país a la Unión Europea. Un intercambio que resulta muy posible. El cuarto y último aspecto a considerar como un factor decisivo para los siguientes meses (ojalá y no años) es la continuación del apoyo en pertrechos y armamento de guerra para Ucrania, por ejemplo, el suministro de los aviones de combate F-18.

Aunque este último anuncio se esperaba, hacerlo explícito era una necesidad diplomática, militar y, sobre todo, de muestra en cuanto a cohesión y unanimidad por parte de los aliados europeos y americanos. La reunión de Vilna, sin duda tendrá efectos sobre el resto del mundo y, sobre todo, para México.