LA SAGRADA FAMILIA

“La construcción es majestuosa”.

Columnas
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Quien no vive para servir, no sirve para vivir.

Pedro José Domingo de la Calzada Manuel María Lascuráin Paredes nació en el rancho La Romita, en la Ciudad de México, el 12 de mayo de 1856. Fue un abogado y político mexicano y fungió como presidente del país durante 45 minutos, luego de la renuncia de José María Pino Suárez y Francisco I. Madero.

Fue él quien le aconsejó al presidente Madero renunciar para salvar su vida. El incauto mandatario no le hizo caso y fue asesinado junto con su vicepresidente por el chacal de Victoriano Huerta.

Lascuráin, dicen las malas lenguas, solo hizo un mandato durante su presidencia, y fue pedir un pollo frito, que no se comió.

La Constitución de 1857 establecía que en caso de faltar el presidente el ministro de Relaciones Exteriores ocuparía el cargo. Pedro hizo llegar la dimisión de Madero y Pino Suárez al Congreso; él se negó a presenciar la ejecución de la sentencia, aduciendo que su religión no se lo permitía porque era católico.

Además del pollo, tomó protesta como presidente y nombró a Victoriano Huerta como secretario de Gobernación. Cuando renunció, Huerta accedió a la Presidencia.

Tres años antes Pedro Lascuraín y don Edward Orrín donaron el terreno donde se construyó la Parroquia de la Sagrada Familia bajo el patrocinio de los sacerdotes jesuitas, quienes desde entonces son sus custodios. Entre 1913 y 1917 la obra fue suspendida por la lucha armada de la época.

Las obras de construcción estuvieron a cargo del padre Gonzalo Carrasco y la bendición de la torre y el reloj se llevó a cabo el 1 de noviembre de 1925.

Junto a la parroquia hay un pequeño museo de sitio del sacerdote jesuita Miguel Agustín Pro, muerto el 23 de noviembre de 1927 en la Ciudad de México por Roberto Cruz en tiempos de Plutarco Elías Calles. Las malas lenguas aseguran que el padre daba misa en la casa de Plutarco. Los restos del cura y activista se encuentran en la parroquia.

La construcción es majestuosa. El templo tiene un gran rosetón en el centro y su alto torreón con un reloj que sigue funcionando. Es sin duda un referente de la colonia Roma, junto con la Casa de las Brujas. Hay que visitarla. En la misma calle, Puebla, pero a una cuadra, están unas de las mejores tortas de cochinita, me refiero al restaurante Covadonga.

Secta

En el interior de la iglesia había una escultura de la virgen María que fue robada por unos maleantes y apareció en una vieja casona porfiriana de la zona. La mujer que la descubrió llamó inmediatamente a la policía. Ella decía que la figura estaba toda mancillada y mandó una fotografía para que le creyeran. Como siempre, fueron a buscar al buen Tris, que estaba en su día libre.

Tris no tardó mucho en llegar a la casa, que estaba en la esquina de Puebla y Orizaba, a media cuadra de la parroquia. Al llegar, la mujer que lo esperaba en el portón con cara de espanto, corrió a recibirlo y le dijo:

—¿Es usted el policía?

—Así es. ¿En qué le puedo ayudar?

—Esto es cosa del diablo. Venga a ver.

La escultura estaba al final de una escalera de piedra. Tenía los ojos ensangrentados y los senos descubiertos y la parte de la vagina toda manchada, como si alguien la hubiera violado.

Tris pidió una camioneta para llevarla a la demarcación y, ya estando ahí, le pidió a su amigo el forense que viera si realmente era sangre humana. Al cabo de un rato, el forense regresó y dijo:

—Es sangre de vaca.

Con el tiempo Tris dio con los perpetradores de pura casualidad, ya que estaban tratando de llevarse otra escultura de la misma iglesia. Sacó su pistola en el interior del recinto y les dijo a los dos jóvenes que dejaran la figura y se tiraran al piso, los esposó y esperó a que llegaran por ellos. Pero antes les preguntó:

—¿Por qué hacen eso?

—Somos de una secta y queremos acabar con la religión. Como diría Marx, “la religión es el opio del pueblo”.