LAS MIGRACIONES FORZADAS

“Todos fuimos, somos o seremos migrantes”.

Javier Oliva Posada
Columnas
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El dramatismo mortal que acompaña a esta realidad a lo largo de la historia del ser humano de ninguna manera significa que sea lo natural, esperable o inherente al sufrimiento mismo de nuestra especie. La explicación, justificación o comprensión de las causas de las migraciones, que llevan a millones de seres humanos a buscar mejores condiciones de sobrevivencia (no mejor calidad de vida, sino solamente poder existir) ha dado paso a procesos no menos violentos y traumáticos.

Guerras de exterminio o de mal llamada limpieza étnica, genocidios, políticas de pretendida reeducación y asesinatos masivos concluyen con muy costosos procesos.

La especie humana misma tiene en sus genes, en sus características biológicas, gregarias, religiosas, sociales, entre otras muchas variables, la necesidad de desplazarse. Allí está la apasionante historia de los primeros homínidos, antropoides y demás variantes del actual homo sapiens. Y ya también desde esas remotísimas épocas se han documentado guerras de exterminio entre tribus, clanes y grupúsculos humanoides.

En un nuevo y mortal episodio, hasta el momento 39 migrantes procedentes de las caravanas que parten de varios puntos de países centroamericanos para intentar llegar a Estados Unidos vía terrestre atravesando México, acabaron sus días en una mal llamada estación de resguardo, refugio o simplemente puesto de detención en Ciudad Juárez, Chihuahua, a cargo del Instituto Nacional de Migración (INM), el 28 de marzo. De ninguna forma la traumática situación puede pasar a formar parte de las historias en el mundo a propósito del peligro mortal que significa ser migrante en el siglo XXI. Menos aún en la articulación de los intereses de países que tienen a la democracia como su mejor y consolidada forma de gobierno.

Papel sustancial

Cruzar fronteras desde hace décadas es una acción en la que puede dejarse la vida en prenda. Sean los peligrosos tránsitos de El Magreb a la Europa mediterránea, la fatigante travesía desde Siria, Afganistán, Irak y otros países de la región a Europa Oriental como puerto de entrada. Las migraciones del África subsahariana como una auténtica diáspora mundial. Sin dejar de lado la constante migración procedente de la República Popular de China a la mayor parte del mundo. Esa es la realidad de la especie humana. No hay opción para la retórica restrictiva o prohibicionista (tal como lo demuestra el monumental y prolongado fracaso de la “guerra contra las drogas” desde 1971, por orden del entonces presidente de EU, Richard Nixon).

Como se apuntó en varias ocasiones desde este espacio las condiciones objetivas de la geografía y geopolítica de México de nueva cuenta le confieren un papel sustancial en los juegos mundiales del poder.

En sus variantes política, social, económica, cultural y de seguridad, el caso es que la política migratoria debe ser revisada y ajustada en una visión de amplio espectro; sus supuestos, axiomas e interpretaciones deben ser, en el sentido más preciso del término, modificadas desde sus fundamentos. Es decir, transitar de la visión persecutoria, penalista e incluso racista, a una articuladora donde la condición de ser humano sea la base indiscutible para el reconocimiento y protección de la vida.

El enfoque demanda un serio replanteamiento de los ambientes de convivencia y coexistencia (Alain Touraine, ¿Podremos vivir juntos?, ed. FCE). Todas y todos, en algún momento, de algún modo en nuestra vidas fuimos, somos o seremos migrantes, por mucho o por poco tiempo, dentro o fuera de nuestras comunidades.