DE PROMESAS A REALIDADES

Sergio Sarmiento
Columnas
PROMESAS Y REALIDADES

México registró en 2023 un crecimiento económico de alrededor de 3.6%, según las estimaciones disponibles en este momento. Es el tercer año de crecimiento consecutivo. El Producto Interno Bruto (PIB) ha logrado ya superar el nivel que tenía antes del inicio de este gobierno, aunque en términos per cápita el país sigue estando debajo de 2018.

Quizá ya en 2024, si se mantiene una buena tasa de expansión, se recupere el ingreso por persona que tuvimos antes de que comenzara este sexenio. Es buena noticia, aunque significa que apenas ahora estamos recuperando lo perdido en los últimos años.

La inversión pública ha sido el motor de la economía en los últimos meses. Después de años de estancamiento se despertó en 2023, en buena medida gracias a las obras emblemáticas del presidente López Obrador, como la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya. Sin embargo, el nearshoring, la reubicación de plantas productivas de China a México, todavía no ha terminado de concretarse. Estudios y promesas hay muchos, como la macroplanta que Tesla ha prometido instalar en la zona metropolitana de Monterrey. Pero una cosa son las propuestas y otra las realidades. Hasta la fecha no ha habido ningún trabajo de construcción de la fábrica de Tesla.

El pasado 1 de enero se cumplieron 30 años del inicio del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

Mucho se dijo entonces que la economía mexicana sería destruida por las empresas de Estados Unidos. Incluso un grupo rebelde, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), empezó el 1 de enero de 1994 una insurrección violenta en protesta por el inicio del TLCAN.

Impactos

La realidad, sin embargo, ha sido radicalmente distinta. El tratado transformó la economía nacional. No solo dejó atrás un eterno déficit comercial con EU sino que impulsó además un fuerte superávit que hemos mantenido durante tres décadas. Lo más importante es que el tratado impulsó inversiones que transformaron la economía del norte de nuestro país. ¿Por qué no también el sur? Porque la falta de certidumbre jurídica sobre la tenencia de la tierra, la ausencia de infraestructura y la carencia de personal preparado han sido obstáculos enormes para la inversión productiva en el sur del país.

Varias decisiones del gobierno han afectado la inversión productiva privada en los últimos años. La cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) en 2018 tuvo un impacto negativo muy fuerte. También el retiro de los permisos de construcción de una planta cervecera de Constellations Brands en Mexicali, la cual se encontraba ya casi terminada, con una inversión de mil 400 millones de dólares. Las cancelaciones de proyectos de energía solar y eólica, para dar preferencia a la Comisión Federal de la Electricidad (CFE), han tenido un impacto todavía más negativo. Las empresas internacionales tienen compromisos de reducción de su huella de carbono que no pueden conseguir si no tienen acceso a energía limpia.

Quizás uno de los principales retos para la inversión y el crecimiento futuros de México es lo que va a ocurrir con las obras emblemáticas del presidente López Obrador. Ninguno de sus proyectos tuvo un estudio previo de factibilidad económica, pero desde ahora es claro que no serán rentables. Las pérdidas ya se están empezando a acumular y se suman a las crecientes cantidades que se dedican a subsidios y programas sociales. Esto bien podría llevar al Estado mexicano a enfrentar una nueva crisis económica. No le tocará a López Obrador, pero posiblemente sí a su sucesora.