ARGENTINA: LEGISLATIVAS QUE REORDENAN EL TABLERO

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Argentina acaba de pasar una prueba que trasciende su frontera: unas legislativas que reacomodan fuerzas, cambian incentivos y confirman que el “ciclo Milei” no fue un accidente: con 40%+ del voto nacional la coalición oficialista La Libertad Avanza (LLA) salió fortalecida en la renovación de 127 de 257 diputados y 24 senadores; no alcanza mayoría propia, pero ensancha el margen de negociación para las reformas económicas.

La foto política llega con matices: participación baja, señales de pacto con aliados de centroderecha y un mapa provincial menos monolítico de lo que sugieren los festejos.

Estas fueron las primeras legislativas sin PASO (primarias nacionales suspendidas para 2025) y con Boleta Única de Papel (BUP). El cambio no es cosmético: elimina la interna nacional como filtro de candidaturas y estandariza la papeleta, lo que simplifica la logística y encarece el “acarreado” de boletas partidarias. Para 2026–2027 el “nuevo manual” argentino será observado en la región: listas más ordenadas, menos costos de impresión y resultados provisionales más ágiles, con la justicia electoral validando el escrutinio definitivo.

El resultado se lee como un plebiscito a mitad de camino sobre el programa de austeridad y desregulación. Para un electorado cansado de espirales inflacionarias, la promesa de “orden nominal” pesó más que el costo social de corto plazo. De hecho, la desinflación mensual de dos dígitos al arranque de gobierno a registros cercanos a 2% se volvió argumento electoral, aunque la recuperación de ingresos sea parcial y heterogénea. El mercado lo leyó como validación: analistas esperan respaldo financiero externo y continuidad del ancla fiscal-monetaria, con eventuales ajustes cambiarios para evitar atraso del tipo de cambio.

Mensajes

El oficialismo mejoró en Buenos Aires, territorio históricamente adverso, y consolidó terrenos en Córdoba, Santa Fe, Mendoza y CABA, donde el voto urbano y de clase media premió la consistencia del mensaje antiinflacionario.

Aun así, la oposición peronista retiene volumen y gobernaciones clave; el Senado seguirá siendo un espacio de negociación. Es probable que veamos una gobernabilidad por acuerdos: bloques “bisagra” y el PRO como socio táctico en capítulos de la agenda (laboral, tributaria, apertura sectorial). La aritmética congresional no da para maximalismos; sí para coaliciones por tema.

Y no hay que desdeñar lo que nos da como lectura la dimensión exterior. El resultado afianza la interlocución con Estados Unidos y ancla expectativas de apoyo financiero, tanto oficial como de mercado, condicionado a continuidad del ajuste y reformas “pro-crecimiento”. Ese puente ayuda a consolidar reservas, pero no reemplaza el trabajo doméstico: competitividad, infraestructura y reglas estables para atraer inversión privada que haga sostenible la desinflación.

Para México y la región, el mensaje es doble: deja ver que la disciplina macro vuelve a ser activo electoral si ofrece horizonte claro; y, otro punto sumamente importante, la tentación de “atajos” populistas pierde terreno ante sociedades golpeadas por la inflación.

Por otra parte, debemos saber que existe un riesgo silencioso: baja participación y desgaste social. Una elección ganada con 40% del voto y 68% de participación es un mandato real, pero finito: exige resultados percibidos en la calle —empleo, crédito, tarifas previsibles— para no licuarse en seis meses. Si los salarios reales encadenan trimestres de mejora y la pobreza sigue cediendo, la ventana política se agranda; si la economía se estanca, la oposición tendrá combustible para bloquear. La comunicación importará tanto como la macro: explicar secuencias, medir avances y evitar la épica sobreactuada que irrita a los perdedores necesarios de mañana.

La conclusión es sobria, útil para quienes observamos en México: Argentina eligió una estrategia, no un milagro. Validó una hoja de ruta que prioriza estabilidad nominal y reformas graduales, con un Congreso más permeable, pero todavía sin mayorías automáticas. Ganó el método (acumular consensos) sobre el relato (guerra cultural). Si ese método se sostiene, 2026 puede ser el año en que el país empiece a hablar de crecimiento sin hiperinflación a la vuelta de la esquina. Si no, estas legislativas habrán sido solo un paréntesis en el ciclo de promesas y rupturas. Por ahora, los números y las reglas nuevas —BUP y adiós a PASO— marcan un punto de inflexión que América Latina hará bien en mirar con menos prejuicio y más atención.

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