LLEGARON LAS CAMPAÑAS

Guillermo Deloya
Columnas
CAMPAÑAS ELECTORALES

Ha arribado el momento de la verdad: después de un largo y confuso periodo que se entrevera en conceptos y tiempos que debían ser altamente comprendidos y diferenciados, arrancaron formalmente las campañas políticas de aquellos que aspiran a una ubicación dentro del proceso federal.

Desde el 1 de marzo y hasta el 29 de mayo los candidatos podrán desplegarse dentro del marco legal para poder convencer y ganar adeptos a su causa política. La romántica teoría indicaría que en esta etapa se materializa esa presentación de propuestas, soluciones, razonamientos que servirán al electorado para poder optar con solvencia y conocimiento sobre alguno de los proyectos electorales.

Una elección sumamente amplia en la cual se ponen en juego más de 20 mil cargos de elección popular debe ser una oportunidad para estar a la altura del reto democrático que tiene en la actualidad el mundo entero. En un contexto donde el concepto de democracia es borroso y en el cual se asoman en el horizonte diversos proyectos de tinte autoritario, la reflexión sobre a quién se le confiará nuestro sufragio adquiere una dimensión especial.

De entrada, considero apropiada para este tema la reflexión de Giovanni Sartori en cuanto a la forma de ganar el poder, ya que no es lo mismo para el politólogo italiano esta conquista a meramente ganar una elección: el poder precisa del soporte de columnas sólidas que se edifican a partir de los conceptos de política, organización y discurso. De ahí, aterrizando en vuelo forzado en el caso mexicano, rara vez se repara en analizar a los candidatos con base en tal construcción personal.

Podemos encontrar a quienes aspiran a la conquista electoral sin tener el soporte de alguno de estos conceptos. Un candidato puede tener un gran manejo de la política, pero carecer de un discurso que comunique hacia el electorado su gran habilidad; y así, la combinación de esos tres factores puede llevar al éxito o al fracaso a un candidato, pero no hay duda de que quien más puede perder en una elección es el elector mismo.

Incentivo

No es cuestión menor lo que se pondrá en juego, sobre todo en el momento en que la democracia misma se está revalorando y nos podríamos atrever a decir que redefiniendo.

La democracia mexicana vive una especie de paradoja sumamente singular. En aras del ejercicio de la misma existe un camino pavimentado para que se pueda conquistar una elección y, derivado de un ejercicio de gobierno, se pueda en consecuencia ejercer el poder. Sin embargo, al arribo de un gobernante sus actos pueden fácilmente contrariar los principios de la democracia que le sirvió de ruta para poder encumbrarse.

De ahí que la preparación, convicción y consistencia de una candidatura debería apegarse en su concepción esencial al gran proyecto común de nación que básicamente está contenido en la vía de la Constitución. Porque es ahora, y siempre, que el ejercicio y normalidad del Estado de Derecho debe regir a pleno en el país; acostumbrarnos a la violación reiterada de normas es un real peligro que puede aterrizar en gobiernos electos, pero despóticos en el ejercicio del poder.

En una etapa de campaña, al igual, los derechos políticos de las personas son aquellos que adquieren lustre y relevancia; es la oportunidad de los ciudadanos de participar con peso en la vida política del país. En correspondencia, las autoridades electorales, deben procurarnos un ambiente de legal y sana competencia en tal rubro, al crear las condiciones para tener elecciones libres, igualitarias y ajenas a la violencia política.

Por otra parte, asimismo, las autoridades administrativas deben ser garantes de procesos en los cuales no se infrinja la ley. La comisión de delitos electorales se ha vuelto una constante y su incentivo real está fincado en la impunidad. Un delito electoral puede atentar contra la certeza, legalidad, constitucionalidad, imparcialidad y objetividad como principios rectores de nuestro sistema político electoral; normalizar su comisión en un proceso tan trascendente puede sentar un antecedente peligroso y abrir puertas de incertidumbre en un futuro inmediato.

Debemos cuidar nuestra democracia sin esperar que por sí misma todo resuelva. Se requiere de nuestra responsabilidad irrestricta, mexicanos.