NARANJAS NO TAN DULCES

“¿Es este un escenario de oportunismo?”

Guillermo Deloya
Columnas
MOVIMIENTO NARANJA PARTIDOS

En el largo tramo en el que históricamente se ha construido el sistema de partidos políticos en nuestro país hay un hilo conductor que reluce; nos referimos a la orientación prodemocrática de cualquier institución política. Ese encauzamiento hacia la democracia se transfiere por igual a la vida interna de partidos, donde lo que se buscaría evitar con insistencia es que existan cúpulas o personajes que se adjudiquen el derecho exclusivo para dirigir destinos y tomar decisiones que, sobra decir, generalmente solo les son favorables a muy pocos destinatarios.

Así como hemos tratado en abundancia el caso priista, existen otras fuerzas políticas que por igual se encuentran inmersas en una espiral de indefiniciones que las merman y ceden el terreno electoral que se pudiera haber conquistado. Aterrizamos el análisis en un partido cuya vida interna denota fracturas y disidencias exactamente por una conducción encumbrada en la dirigencia que parece no dejar apertura alguna para la participación de grupos internos que buscan representatividad y conducción; nos referimos a Movimiento Ciudadano (MC), partido político que, como nunca, está en peligro de romperse en añicos si no llegan a procesar sus propias diferencias.

Este partido de identificación cromática con el naranja encendido constantemente y a lo largo de su historia ha pretendido plantearse como el partido de la tercera vía. Una opción “fresca” y mayormente dirigida e identificada con un México joven y de características urbanas, que poco ha podido aterrizar a nivel territorial a excepción, por supuesto, de las latitudes donde, a costa de escenarios electorales enrarecidos, ha resultado favorecida, como en Jalisco y Nuevo León.

Pero a pesar de esta dinámica de renovación y frescura que se intenta proyectar, MC presenta notorias discrepancias entre lo que pregona y la realidad de su porvenir.

Trayectoria

Este partido, que debe su arquitectura a un exgobernador priista —muy ágil para reinventarse, por cierto—, data su registro original desde 1997. En el diseño ideológico sus documentos básicos como partido indican que es un instituto político de centroizquierda, con vocación socialdemócrata y progresista. Pero si se recurre a un histórico estadístico de perfiles de votantes más bien parece que MC recoge el voto de un sector previamente identificado con derechas provenientes del Partido Acción Nacional (PAN).

Lo interesante es que durante su ya madura trayectoria en el sistema de partidos mexicano ha podido aglutinar a figuras que en distintos momentos han sumado mayor seriedad que solo la ganada por acompasar otras campañas de personajes con filiación distinta. Como propios, MC podría enlistar a Salomón Chertorivski, Martha Tagle y Patricia Mercado, obviamente sumados a los actuales actores Enrique Alfaro, Samuel García y Luis Donaldo Colosio.

Pero el gran problema le viene a este partido desde el distinto parecer de dos figuras pilares; las visiones de Alfaro y Dante Delgado parecen irreconciliables al punto de la ruptura. Para Dante, su cometido de mantenerse con una candidatura propia se le reduce en opciones al haber ocurrido el descarte de Colosio. Para Alfaro, tendrá que procurar la lealtad ciega de sus adeptos para que lo sigan en la aventura de sumarse posiblemente a una candidatura del Frente Amplio por México (FAM). Pero esa conducción sólida y personal con la que abrimos esta columna es algo que notoriamente llevará a este partido a tomar el rumbo institucional que Dante decida.

En este caso la disidencia naranja tendrá que arriesgar mucho, porque sería un éxodo sin retorno en un ambiente de vida interna de partido sumamente autoritaria. Y la intención real, que seguramente no es poco calculada y que rondará la cabeza de Delgado, es apostar a recoger el electorado en estado de desencanto que le lleve a sumar los suficientes escaños legislativos para que, en la eventualidad de un equilibrio de fuerzas entre las dos grandes coaliciones, MC sea aquel fiel de la balanza que funcione como un partido bisagra en el Congreso.

Días de prueba se les avecinan a los naranjas y bien podrían quedar fracturados al grado de que dicha confrontación les reste de manera contundente la credibilidad que han querido conseguir. ¿Es este un escenario de oportunismo? La respuesta resulta complicada, pero hay naturalmente en el aire sospecha y suspicacia.