Desde el domingo 23 de abril el país estuvo en vilo. Había preocupación generalizada por la salud del líder del Ejecutivo, Andrés Manuel López Obrador, quien había sufrido un desvanecimiento en instalaciones militares de Mérida, Yucatán, a donde viajó para analizar el desarrollo de las obras del Tren Maya.
Estaba reunido con ingenieros militares, así como personal de la Secretaría de Marina (Semar) en la revisión semanal de resultados de la construcción del tren. Repentinamente se desvaneció, por lo que acudieron en su apoyo médicos que lo acompañan en las giras. Estos ordenaron que acudiera a Mérida una aeronave de la Semar que usa habitualmente el titular de esa dependencia, el almirante Rafael Ojeda, un Learjet.
Llegó a la una de la tarde y unos 20 minutos después despegó hacia la Ciudad de México con AMLO, quien fue atendido en Palacio Nacional, se hizo la prueba de Covid-19 y resultó positivo, por lo que fue aislado, de acuerdo a los protocolos médicos.
Durante casi 80 horas solo hubo un tuit del jefe del Ejecutivo en el que informó que tenía Covid, así como unas declaraciones de su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, y del secretario de Gobernación, Adán Augusto López.
Afortunadamente la salud de AMLO es buena y el miércoles por la tarde salió en un video donde, en 19 minutos, personalmente explicó lo que había pasado y regresó la tranquilidad en redes sociales y la sociedad en general.
La salud del presidente es cuestión de seguridad nacional. No se trata de inmiscuirse en su privacidad. La ausencia temporal o definitiva de un presidente en México se convertiría en un problema social y económico grave. Qué decir del hervidero político, donde se verían enfrentamientos que llevarían al país a una crisis muy grave entre las fuerzas políticas y, en especial, los de la casa guinda.
De verdad, como lo hemos mencionado anteriormente durante la consulta de revocación de mandato, queremos que el presidente, que fue electo democráticamente por cinco años y diez meses, termine su periodo constitucional.
Desafortunadamente, la clase política no ha madurado lo suficiente para enfrentar la ausencia presidencial.
Estoy seguro de que López Obrador terminará su gobierno con el apoyo de sus seguidores e incluso de sus opositores. Nadie en su sano juicio desearía ver al país sumido en la incertidumbre o el caos.
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