¿QUÉ SIGNIFICA NO VOTAR?

“Se ha utilizado como un medio de protesta”.

Ignacio Anaya
Columnas
NO VOTAR

En cada temporada electoral inevitablemente emergen variadas corrientes de debate y deliberación entre los miembros de la sociedad. Todas estas se encuentran interconectadas en torno a un epicentro común: la acción de votar.

En las democracias modernas el derecho de sufragio es una prerrogativa esencial que se otorga a todo individuo que, al alcanzar la mayoría de edad y llevar una vida honesta, tiene la posibilidad de emitir su voto y ser elegido para un cargo.

Las elecciones representan la máxima manifestación de la democracia en cualquier nación que así se defina. Es un ejercicio en el que participa la población, erigiendo este acto imprescindible para el funcionamiento político de la sociedad. De hecho, la Constitución mexicana lo consagra como un deber cívico de los ciudadanos en el artículo 36. Por esta razón, se le atribuye una característica casi sagrada en varios países.

No obstante, mientras que el acto de votar se percibe como una expresión positiva de la ciudadanía, la abstención al voto queda vista con connotaciones negativas. Se tiende a interpretar el abstencionismo como una manifestación de indiferencia, rechazo o desidia hacia el proceso electoral, por lo que algunos individuos e instituciones lo excluyen de la definición de participación ciudadana o, por el contrario, lo incluyen a modo de votación en contra dependiendo del tipo de votación.

Abstencionismo

En el caso de elecciones hay incluso comerciales en la televisión que hacen ver mal al no votante. Sin embargo, es imperativo comprender el acto de no votar como un componente esencial del proceso electoral, puesto que también representa una decisión consciente del ciudadano en torno a las elecciones y los candidatos.

De hecho, a pesar de que el avance de la democracia moderna enfatizó el derecho de los ciudadanos a votar, el abstencionismo lleva tiempo estando presente paralelamente.

En ocasiones se ha utilizado como un medio de protesta en respuesta a ciertas disconformidades sociales. En 1949, el sicólogo Ernest Dichter realizó un estudio sobre por qué solo entre 15 y 20% de la población elegible votaba en las elecciones de la ciudad. Los resultados mostraron que la mayoría lo hacía por frustración política.

Dichter pensaba que hay un sentimiento interior generalizado en la población de que solo una rebelión traería un verdadero cambio. Es parecido a la actualidad cuando se le pregunta a alguien que decide no votar: algunas respuestas comunes son “no me gusta ninguno de los candidatos” o “todos son lo mismo”.

A raíz de este fenómeno nace una importante cuestión que rara vez se plantea: ¿cómo reconocerles a estas personas su participación ciudadana? En general, se vuelven una cifra de “esa gente no votó” y ya.

El filósofo alemán Werner Peter propone un escenario en el que los partidos no ocupen asientos en el parlamento conforme a los votos válidos sino por el porcentaje de votantes, mientras que los lugares faltantes sean dados a ciudadanos al azar que no votaron, como una especie de lotería.

Aunque no es un procedimiento exento de problemas, brinda la oportunidad de pensar hasta qué punto de verdad el sistema democrático en la actualidad está incluyendo a toda la población. El que no vota también ejerce política, no hay que olvidarlo.