¿LA NUEVA GRAN GUERRA?

Guillermo Deloya
Columnas
 GUERRA

Aun cuando era un escenario previsible no deja de ser destacable el reafianzamiento que el líder ruso Vladimir Putin obtuvo después de las elecciones que lo llevarán a regir los destinos de Rusia hasta 2030.

Frente al poder adquirido, tal fecha por igual tiene una enorme posibilidad de prorrogarse hasta donde la vida le alcance al todopoderoso mandatario, quien aprovechando su fortalecimiento lanzó una advertencia que, ubicada en este preciso momento, se vuelve una amenaza a la paz y al orden mundial: Putin declaró que de involucrarse mayormente la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en el desarrollo del conflicto bélico que Rusia sostiene con Ucrania, se puede llegar a ocasionar una tercera guerra mundial.

Podría esta ser una bravuconada o podría ser quizás una advertencia con fundamento. Sin embargo —al parecer de quien escribe estas líneas—, se antoja difícil que exista un conflicto armado que pudiera poner a Rusia frente a potencias como Estados Unidos o Europa en su conjunto. Y lo afirmamos porque es mucho el territorio ganado que dicho país ha conseguido de facto y con el consentimiento de la comunidad internacional: un conflicto de mayores dimensiones al que actualmente se enfrenta podría dar marcha atrás a un control de importantes regiones, como la de Donbás y la península de Crimea, la cual desde hace una década se encuentra anexada a Moscú.

Lo cierto es que diversas voces de peso empiezan a levantarse con el mensaje unísono de que Putin no se detendrá en su ánimo expansionista después de que eventualmente pueda salir triunfante de la guerra contra Ucrania. Así, Emmanuel Macron, de Francia; Donald Tusk, de Polonia; y un pequeño séquito de gobernantes que hablan en menor volumen que los dos mencionados han establecido como un peligro real el que Putin puede sucumbir a una ambición sin control que lo llevaría a anexarse una parte del territorio moldavo, concretamente Transnistria, para posteriormente voltear los cañones hacia Lituania.

Frentes

Pero lo anterior pasa por una frontera que, por igual, tiene a todo el mundo en alerta: la elección de Estados Unidos es un parteaguas para la procuración de equilibrios a nivel global. De resultar triunfante el virtual candidato republicano Donald Trump, se anticipa que la postura ante Moscú será de neutralidad, mientras se concentra en una guerra comercial recrudecida contra China.

Si ello llegase a ocurrir, como es muy probable, Putin tendrá un camino pavimentado para el expansionismo, mientras a manera de previsión de tal escenario naciones como Alemania, Francia, Polonia y Reino Unido se rebaten para evitar que el apoyo militar y el aparato local bélico de Ucrania colapse.

Además, la amenaza rusa no viene sola y se acompaña por otra serie de potenciales conflictos regionales que bien podrían sumarse a un frente pro o antirruso. Por una parte, tenemos la tensión asiática en la que China fomenta hostilidades contra Manila, misma que se ve respaldada por el propio EU; por otra, en la misma región encontramos a un Taiwán que no se amedrenta ante la beligerancia de Beijing y a una Corea del Norte que parece determinada a invadir a su vecina del sur cuando el momento sea propicio.

Todos estos pequeños fuegos dibujan un Asia que desde finales del siglo XIX y principios del XX no era tan proclive a sumergirse en un gran incendio apoyado por dos frentes poderosos claramente alineados. Por un lado, el trío temible que conforman Rusia, Irak y China, que a su vez con gran seguridad sumarían a Corea del Norte; y, por otro, EU y los países miembros de la OTAN con diversos agregados europeos.

Lo cierto es que la amenaza es latente, pero en una sólida realidad a nadie conviene en verdad. Pero con toda la esperanza renovada habrá que estar pendiente de las próximas semanas, sobre todo por la movilización de tropas francesas a la zona del río Dniéper y la frontera bielorrusa.

Lucio Anneo Séneca con acierto precisaba por los inicios de las eras que para el hombre el terror ante la posibilidad de la guerra puede ser peor que la guerra misma.