PARA QUE SE EDUQUEN

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Si nos retrotraemos un par de décadas en el tiempo quizá la gran aversión del ahora presidente Donald Trump hacia el sistema educativo proviene de una diferencia bastante personal: recordemos que en 2004 presentó al mundo su proyecto educativo innovador denominado Trump University, un conjunto de profesorado de vanguardia que prometía la enseñanza de habilidades de negociación y finanzas de altísimo nivel, así como una formación para el correcto desarrollo de actividades empresariales de élite.

Sin embargo, el Departamento de Educación de Estados Unidos determinó que no era posible detentar ese nombre, ya que se trataba de una institución con fundamentales fines lucrativos.

La consecuencia: un pleito legal y un final para llamar al proyecto Trump Entrepreneur Initiative, además de una animadversión ya sembrada en quien ahora es el hombre más poderoso del mundo.

Así, dicho encono encontró nuevas vías de expresión en el primer periodo presidencial del republicano. Fueron varios episodios, pero quizá los más destacables son estos que recapitulamos.

Arietes

En 2017 Trump dictó una orden ejecutiva para limitar el tránsito migratorio de un gran número de países, principalmente sobre aquellos de raíces árabes. Esta medida limitó considerablemente a un gran número de estudiantes que realizaban sus estudios en territorio estadunidense.

Poco después, el presidente mantuvo una campaña crítica respecto de los paquetes de apoyos educativos para cubrir colegiaturas y para solventar adeudos derivados de estudios, entonces implementados por los demócratas. Tal cuestión solo se mantuvo al grado de amenaza para el retiro de los mismos.

Y también recordemos que cuando el Covid no cedía Trump insistió fuertemente para que las universidades regresaran a clases presenciales. Por otra parte, en esta su segunda presidencia empatizó con la idea de un sistema educativo renovado y anclado en postulados conservadores que mucho tuvieron que ver con organizaciones y fundaciones como la Heritage Foundation.

Con este tipo de organizaciones se construyó una visión que dista enormemente de los planteamientos demócratas y en general del sistema educativo edificado a lo largo de décadas. En la visión del presidente, la educación se tiene que descentralizar hacia los estados y, en consecuencia, promover la desaparición del Departamento de Educación.

Además, ya se tiene que endurecer la política de finanzas y préstamos estudiantiles para eliminar los programas que permiten la condonación de deudas por estudios, pero la política promovida por Trump va más hondo aún: se pretende erradicar el pensamiento de izquierdas radicales, así como combatir todo programa que promueva la diversidad, equidad e inclusión.

Trump ha encontrado un ariete importante al rehacer la educación a su manera, ya que en ello por igual ha encontrado la forma de atacar otros asuntos tangenciales que se consideran una problemática prioritaria: la migración y el saneamiento de las finanzas a través de la eficiencia gubernamental.

Pero no descartemos tampoco la contaminación de la política internacional materializada en protestas estudiantiles, mismas que han contribuido al desánimo de Trump sobre universidades como Harvard, Columbia y el MIT. Dichas instituciones tuvieron una ola de expresiones antiisraelíes en razón del recrudecimiento del conflicto de ese país con Palestina. Tan grave fue el desagrado, que en el caso de Columbia, después de la amenaza de recortar cerca de 400 millones de dólares en contratos y apoyos para becas, se tienen aún congelados 250 millones que provendrían de los institutos nacionales de salud.

Y quizás el caso de Harvard merece análisis aparte. Una institución del mayor prestigio a nivel mundial hoy se encuentra con una diana dibujada en la frente por una serie de desacuerdos con la administración federal estadunidense. El no haber cedido ante los pedimentos para llevar a cabo modificaciones en distintos aspectos académicos y sociales le está saliendo caro a la institución casi cuatro veces centenaria. En un primer cálculo, a lo largo de la administración la universidad podría dejar de percibir, en contratos, fondos de investigación y fondos para becas, cerca de dos mil millones de dólares.

Pero el presidente estadunidense ha hecho de toda esta reyerta un plan calculado con sigilo. El mensaje es claro: o se alinean al pensar de la administración o serán educados con rigor aun cuando el costo sea considerablemente alto.

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