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“Los programas sociales no aumentan la productividad ni la prosperidad”.

Sergio Sarmiento
Columnas
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El presidente López Obrador ha hecho de los programas sociales el esfuerzo fundamental de su gobierno. A pesar de una supuesta austeridad, los presupuestos de los programas sociales pasaron de 326 mil 245.6 millones de pesos en 2019, el último año de Enrique Peña Nieto, a un billón 112 mil 385.5 millones de pesos en 2024. Es un monto sin precedentes; y no solo en términos nominales: representa 12.3% del gasto neto de nueve billones 21 mil 995.2 millones programado para este año.

El principal programa es la pensión para adultos mayores, a la que se le han presupuestado 465 mil 48.7 millones de pesos en 2024. La cifra es más de cinco veces superior a los 87 mil 675 millones de pesos del segundo programa social en importancia, las becas a estudiantes, o a los 96 mil 990 millones que se entregarán a la Secretaría de Salud, lo cual quizás explica el deterioro del sector salud.

Otros programas favoritos del presidente reciben montos menores, pero todos suman: Sembrando Vida, 38 mil 928.6 millones de pesos; La Escuela es Nuestra, 28 mil 358.3 millones; pensión para personas con discapacidad, 27 mil 860.4 millones; Jóvenes Construyendo el Futuro, 24 mil 204.7 millones; y así sucesivamente, hasta alcanzar el total de 1.1 billones de pesos.

Los programas sociales pueden tener un componente humanitario. Un anciano sin recursos y sin respaldo familiar puede morir de hambre si no tiene un apoyo gubernamental. Sin embargo, el problema de muchos de los programas sociales del gobierno es que se entregan sin verificar que quienes los reciben son realmente quienes más los necesitan. Muchos de los beneficiarios del programa para adultos mayores, por ejemplo, son de clase media.

Razón

El presidente se ha vanagloriado de que sus programas sociales han logrado una disminución de la pobreza y, efectivamente, la población en pobreza bajó de 41.9% en 2018 a 36.3% en 2022. Sin embargo, la que vive en pobreza extrema no solo no disminuyó, sino que aumentó ligeramente, al pasar de 7 a 7.1%. Esto es consecuencia de que los programas sociales no se enfocaron a los más pobres.

Una de las preguntas que debemos hacernos ahora es si los programas sociales están beneficiando a quienes deben. Los controles han venido decayendo. Otra pregunta es si son sostenibles en el largo plazo. La secretaria del Bienestar, Ariadna Montiel, afirmó el 3 de enero que en 2024 al menos 12.1 millones de personas recibirán el programa de adultos mayores. Los beneficiarios obtendrán seis mil pesos bimestrales, un incremento de 25% sobre 2023. Pero el problema es que la población adulta mayor está creciendo a pasos acelerados.

Según el INEGI en 1950 había 1.3 millones de adultos mayores en México, definidos como personas de más de 60 años. Para 2021 eran 15 millones. Pero en 2030 serán 33.4 millones. La actual edad para recibir el programa de adultos mayores es de 65 años, aunque Xóchitl Gálvez propone bajarla a 60. Ahora bien, ¿cuánto costará el programa en 2030 o en 2050? La pregunta es relevante, sobre todo porque el gobierno ha incorporado estos programas a la Constitución.

La experiencia en México y el mundo muestra que los programas sociales pueden ayudar a algunos, pero no aumentan la productividad ni la prosperidad de ningún país. Lo que sí hacen es comprar votos de los beneficiarios y sus familiares.

Supongo que esa es la razón por la cual los políticos están tan empeñados en promoverlos. No es que les preocupen los pobres o los viejos: lo que quieren es mantenerse ellos en el poder.