REDISTRITAR

“Un asunto que parecía resuelto vuelve a la palestra”.

REDISTRITAR

Parece que no nada más en México hay cuestionamientos al sistema electoral vigente. En Estados Unidos, y en concreto en Texas, el Partido Republicano quiere aplicar una redistritación electoral con la intención evidente de favorecerse a sí mismo. La reacción de los demócratas no se ha hecho esperar y, como es natural, se oponen.

Redistritar significa cambiar la cartografía, es decir, el mapa electoral, para dibujar nuevos distritos con miras a darle mayor peso a una zona sobre otra.

Daniel Ziblatt y Steven Levitsky, profesores de Harvard y autores del famoso libro Cómo mueren las democracias, publicaron después otro libro menos conocido, pero igualmente interesante: La dictadura de la minoría. En esta última obra documentan cómo el ascenso de los populismos tiene que ver no tanto con condiciones económicas (aunque no descartan su importancia), sino más bien con la disfuncionalidad o la descomposición de los sistemas políticos locales. En concreto, en el aspecto relativo a la representación.

Las supuestas democracias representativas occidentales son cada vez menos representativas de la población. Por la asignación de decisiones políticas a las tecnocracias, por la corrupción de los legisladores a manos de los cabilderos y muchas otras cosas más. Pero específicamente en el caso estadunidense ellos lo atribuyen de manera muy especial a la redistritación.

Como es sabido, el sistema electoral norteamericano es federalista a ultranza; en otras palabras, cada estado se hace cargo de sus elecciones como mejor dispongan sus legislaturas locales. De acuerdo con Ziblatt y Levitsky es posible rastrear esfuerzos locales continuos por reorganizar la distritación a nivel estatal en varios estados de la Unión Americana. Esa redistritación desbalancea la proporción de legisladores a escala local y federal en favor de un partido u otro, pero sobre todo altera la representación política real. Los votos de unos ciudadanos pesan más que los de otros, dependiendo la zona en la que cada uno resida.

Desatención

El caso texano, sin necesidad de entrar en pormenores técnicos, ilustraría muy bien la tendencia de lo descrito en el libro La dictadura de la minoría. Conforme se ha modificado la estructura electoral local, la insatisfacción antisistema crece en la población estadunidense. Se percibe que su marco democrático no es tal y que sus representantes cumplen muchas funciones excepto esa: representar las demandas de la mayoría de la población.

Esto alimenta la ira que de por sí se experimenta contra el sistema en otras áreas: la económica, la de políticas identitarias, la migratoria, los temas de género y un largo etcétera. En todos esos terrenos el ciudadano promedio considera que el gobierno no aplica políticas correspondientes con la opinión mayoritaria, sino con las preferencias de élites académicas.

Y esa desatención al elector promedio se explica, de nuevo, por la disfuncionalidad de un sistema electoral que debido a la redistritación se vuelve menos representativo.

En suma, la discusión sobre sistemas electorales, un asunto que parecía resuelto en las grandes democracias consolidadas, hoy vuelve a la palestra con una intensidad sobresaliente. Vale la pena darle seguimiento a las discusiones en torno de este tema en Estados Unidos, con miras a la reforma electoral que vendrá en México.

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