EL SEGUNDO DEBATE, OTRA CONFRONTACIÓN

Samuel Rodríguez
Columnas
SEGUNDO DEBATE

La realización del segundo debate entre las candidatas y el candidato presidencial no termina de despertar el interés de la colectividad, lo que deja en claro que a pesar de los esfuerzos de la clase política la efervescencia que se despertó en 2018 está lejos de alcanzarse en un ambiente donde se extraña la figura de una candidatura independiente o una propuesta fresca e interesante.

Todo indica que la disyuntiva planteada a la sociedad entre continuidad o alternancia está lejos de movilizar a la ciudadanía, mientras que los encuestólogos y políticos de café insisten en orientar el voto con argumentos que están lejos de ser sólidos y que se quedan en el plano de lo superficial.

Sobre todo porque ninguna de las encuestas abarca al menos 5% del electorado y su muestra poblacional no es amplia, sino más bien selectiva, en tanto que hay quienes insisten en establecer quién gana un debate, sin que haya una norma o parámetro establecido para realizar una medición fiable, lo que deja en una apreciación personal lo que se intenta vender como un veredicto inapelable.

No bien los ciudadanos terminan de asimilar el desarrollo del primer debate cuando el domingo 28 de abril, en la víspera de la celebración del Día del Trabajo, se realizará el segundo debate a las 20:00 horas en los Estudios Churubusco.

Tras los cuestionamientos que se originaron en torno del primer debate se esperarían algunos ajustes, pero todo indica que no será así, lo que en principio permite anticipar que las candidatas y el candidato asistirán con algunas reservas por lo que hace al esquema, los tiempos, pero sobre todo los cuestionamientos.

Ajustes limitados

La consejera presidenta del INE, Guadalupe Taddei, señaló que no se tiene previsto cambiar el formato del segundo debate, aunque admitió que podrían realizarse algunas adecuaciones, sin mayor precisión.

Al respecto indicó: “No creo que se cambie el formato; creo que hay que escuchar, primero, y después ver qué posibilidades tienen de adecuación o qué tipo de información tenemos que estar compartiendo con ellos (con las representaciones de las candidaturas) de manera permanente para que no exista ningún riesgo de no interpretar de manera correcta el formato”.

Señaló que los ajustes podrían limitarse a temas de iluminación y “tomas”, aire acondicionado e incluso el relativo a los relojes y los contadores del tiempo.

En el fondo lo evidente es que en cada proceso los participantes, con el árbitro electoral a la cabeza, intentan crear una nueva versión de debate en lugar de apegarse a un modelo probado.

Un esquema que deje atrás los errores y despierte el verdadero interés social, que se realice en un horario y día apropiados para ser visto por un mayor número de ciudadanos. Un ejercicio que permita contrastar propuestas, no descalificaciones, para que los votantes puedan optar con base a lo que se debe traducir en compromisos de campaña, que más allá de firmarse ante notario o presentarse de forma genérica se integren en un programa de gobierno cuyo cumplimiento pueda ser cuantificado y medido.

Sin embargo, lo evidente es que lo que hoy se presenta como un debate se asemeja más a un foro de descalificaciones donde, guardadas las debidas proporciones, pareciera una confrontación que proyecta al electorado la disyuntiva de votar por el menos peor, en lugar de presentar y analizar a fondo sus propuestas y compromisos de campañas.

De cualquier forma, el segundo debate permitirá de nueva cuenta apreciar a las y el contendiente en el centro de la arena proselitista, inmersos en una batalla de lodo y descalificaciones que pareciera no ser el propósito central del ejercicio, donde el árbitro electoral no termina por ejercer su autoridad para hacer que los participantes dejen de lado los comportamientos que empañan lo que debiera ser una presentación respetuosa y cordial.

Cualquier comparación con una lucha callejera entre rudos y técnicos, con la participación de un referí rebasado, podría quedarse corta.