Jocelyn Camacho Salgado ha encontrado en el combate a los incendios forestales una forma de honrar su historia, cuidar la naturaleza y abrir camino para más mujeres en este oficio.
Su trabajo diario es una muestra de fuerza, compromiso y orgullo por lo que representa ser mujer en espacios que hoy comienzan a transformarse.
—¿Cómo inició en el combate de incendios forestales?
—Fue un poco por inspiración de mi papá. Él también fue combatiente forestal, así que soy la segunda generación en mi familia que se dedica a esto. Él ya falleció, pero siento que de alguna manera continuar con esta labor también es rendirle un homenaje. Él lo hacía con muchísimo amor y dedicación. Eso me motivó a seguir sus pasos.
—¿Qué significa para usted ser mujer en este oficio?
—Aquí, en la Ciudad de México, dentro de los campamentos de la Conafor, por el momento somos tres mujeres. Antes este trabajo era exclusivamente de hombres, pero actualmente ya nos incluyen. Es un reto constante, pero también una oportunidad. Demostramos que podemos estar al mismo nivel, dar nuestro máximo esfuerzo y trabajar en equipo. Ha sido un proceso de adaptación, tanto para ellos como para nosotras, pero hoy nos aceptan con respeto y compañerismo.
—¿Cómo es el entrenamiento físico?
—Muy exigente, tanto física como mentalmente. Para empezar, todos —hombres y mujeres— debemos cargar una mochila de 20 kilos y recorrer 4.8 kilómetros en menos de 45 minutos. No hay diferencia de peso ni condiciones por género. Este trabajo exige excelente condición física, buena salud, alimentación adecuada y, por supuesto, capacitación constante.
También, añade Camacho, “nos organizamos para hacer simulacros, prácticas con las herramientas, entrenamientos sobre cómo subir a los vehículos y protocolos de seguridad. Todo lo que necesitamos dominar para estar listos cuando llega una emergencia real. Actualmente estoy en el campamento de Cuilotepec, en la Magdalena Contreras”.
Lección
—¿Cómo ha sido combinar este trabajo con su rol de madre?
—Difícil. Trabajo ocho días seguidos y luego descanso ocho días con mi hija. Al principio fue duro para ella entender por qué su mamá no estaba. Tuvimos muchas conversaciones, le expliqué lo que hago y por qué es importante. Con el tiempo nos fuimos adaptando. Es un sacrificio, pero también una lección: le enseño que su mamá lucha por algo que cree importante.
—¿Qué desafíos enfrenta como mujer combatiente?
—El principal es demostrar que somos capaces en un entorno exigente. Es un trabajo demandante, físico, de constante aprendizaje. Pero hemos demostrado que tenemos la fuerza, la determinación y el amor por esta labor. También es difícil dejar a la familia, mantenerse fuerte física y emocionalmente.
En cuanto al campo de trabajo, señala, “el fuego siempre impone respeto. Las condiciones cambian constantemente: la topografía, el clima, el terreno. Nunca hay una situación igual. Es algo que no se puede controlar totalmente y siempre hay que estar alerta”.
—¿Qué le diría a otras mujeres que quieren unirse a esta labor?
—Que se animen. Si aman la naturaleza, si quieren cuidar nuestros bosques, este trabajo les puede cambiar la vida. Es gratificante, te llena de orgullo. Sí, ha sido un trabajo que por años fue solo para hombres, pero hoy las mujeres estamos demostrando que podemos, que somos fuertes, valientes y decididas. Cada vez hay más puertas abiertas y si tienen la vocación, con dedicación y esfuerzo lo van a lograr.