Atrás quedaron los jóvenes de 1968, aquellos que sin internet ni redes sociales pusieron el ejemplo. Salieron a las calles para enfrentar un Estado autoritario y, aunque culminó en una de las masacres más oscuras de nuestra historia, dejaron un legado de resistencia que hoy, lamentablemente, parece estar en el olvido.
Hagamos memoria. ¿Recuerdas cuál fue la última gran marcha no politizada en el país? La Marcha Nacional por la Paz en 2011, que salió de Cuernavaca en contra de la violencia del narcotráfico. Yo tenía doce años.
El gran contraste es que a pesar de que hoy vivimos en el México más violento de la historia, a pesar de que el narcotráfico tiene aterrorizada a la población, a pesar de que la crisis de desapariciones parece no tener fin y los jóvenes son reclutados por el crimen organizado, ya nadie marcha, nadie grita.
Hoy los jóvenes —que deberían ser la voz de la indignación— están ocupados en una burbuja de TikToks y realidad virtual. Están más preocupados por la siguiente tendencia o la siguiente historia que publicar y han hecho de la indiferencia su escudo.
Qué decir de los adultos. Quienes deberían encabezar la resistencia están dormidos entre becas, subsidios y palmadas en la espalda. Pareciera que nos inyectaron con el virus del conformismo y aquí seguimos: agachando la cabeza mientras estiramos la mano.
Bien decía George Orwell: “Hasta que no tomen conciencia, nunca se rebelarán, y hasta que no se rebelen, no podrán tomar conciencia”. ¿Dónde quedó esa conciencia? Parece que los jóvenes perdieron la noción de que lo que vivimos no es normal. La libertad de movimiento, de esparcimiento, de expresión, de pensamiento, todas las libertades políticas que damos por sentadas, están en riesgo. La juventud no está luchando por sus libertades porque, en su inconsciencia, no se ha dado cuenta de que se las están quitando.
Consecuencias
En mis años universitarios hacíamos paros por cada injusticia, pues nunca fuimos ajenos a los problemas sociales. Hoy las aulas están llenas, pero las conciencias vacías. Son la generación de la inmediatez, pero también de la inacción, del ser vistos digitalmente, pero no de la protesta real.
Me dirijo a ti, que me estás leyendo: si no te indigna lo que estamos viviendo, si no te duele esta violencia, la construcción de una oligarquía, la eliminación de contrapesos, el debilitamiento de la democracia y la indiferencia política, entonces has fracasado como joven y también como ciudadano.
Si no eres parte de la indignación, eres parte del adormecimiento y las consecuencias de su apatía serán la herencia que dejen a la próxima generación.