En el verano de 1845 la administración del presidente estadunidense James Polk ordenó al general Zachary Taylor ir a territorio tejano. Texas todavía no era anexada por Estados Unidos, pero había rumores, con falta de evidencia, de una posible invasión mexicana para recuperar ese suelo perdido.
Decía el telegrama que recibió el militar: “El punto de tu último destino es la frontera oeste de Texas, donde seleccionarás y ocuparás, cerca del Río Grande del Norte (Río Bravo), un sitio en el que se acomoden bien tus tropas y pueda ser adaptado para repeler una invasión y proteger lo que, en el caso de anexión, será nuestra frontera oeste. Te vas a limitar a la defensa del territorio de Texas, a menos que México declare la guerra a EU”.
Poco después la ambigüedad y el desacuerdo en torno de los límites fronterizos entre ambas naciones fue de gran utilidad para el apetito expansionista del gobierno estadunidense. Para varios políticos de la nación vecina del norte las disputas fueron un regalo de Dios, puesto que de ahí partió la excusa perfecta para invadir la República Mexicana. Su destino manifiesto se hacía presente. Para EU la frontera llegaba hasta el Río Bravo, mientras que los mexicanos sostenían el límite en el Río Nueces.
Taylor se estableció con sus tropas en el poblado tejano de Corpus Christi, hasta que a principios de 1846 recibió órdenes para bajar al Río Bravo, entrando así a suelo mexicano, territorio que según los estadunidenses estaba en contienda por los dos países, aunque México no compartiera esta visión.
El tiempo hizo su parte dentro de unas relaciones tensas entre los dos países. En abril de 1846 las tropas mexicanas situadas del otro lado dispararon contra los estadunidenses. El telegrama que mandó Taylor al presidente Polk decía lo necesario: “Las hostilidades se pueden considerar iniciadas”.
No hubo tal invasión mexicana a Texas, solo fue una excusa. Si México no pudo ante la insurgencia tejana, ¿por qué se adentraría a meterse contra el ejército de EU? El país no estaba en condiciones de una guerra.
Mecha
La frontera despierta tensiones que se prestan al desecho del diálogo y el abandono de la diplomacia. Es un espacio que se utiliza para distintos intereses y los límites siempre están dispuestos a cambiar, no son estáticos. La guerra entre México y EU dejó reflexiones tardías; una de ellas es lo relativamente sencillo que fue comenzar una invasión alrededor de un acontecimiento en el territorio fronterizo, sobre todo cuando uno de los beligerantes hizo lo posible para provocarla.
Balas por vallas, así se podría decir que ha cambiado la frontera entre ambos países. No obstante, el conflicto continúa sin pensar en una solución.
Hace poco cuatro estadunidenses fueron secuestrados y dos de ellos asesinados. Esta noticia generó diversos comentarios. Por un lado, el senador republicano Lindsey Graham mostró su postura a favor de usar la fuerza militar estadunidense contra los cárteles mexicanos. Sus comentarios provocaron críticas y apoyos, tanto en EU como en México.
Asimismo, surgieron opiniones comparando la rapidez para encontrar a los estadunidenses frente a los miles de desaparecidos nacionales (y centroamericanos).
No es 1846 y la diplomacia ha avanzado —o al menos eso se quiere creer— y las guerras de expansión cambiaron por otros modelos. Sin embargo, la frontera sigue siendo un espacio con la posibilidad de detonar. ¿Cuál será la mecha?