EL BANDIDO VALENTÍN MANCERA

“En corridos, poemas, películas e historietas la gente no lo ha olvidado”.

Ignacio Anaya
Columnas
VALENTÍN MANCERA

“El 20 del actual fue muerto el famoso Valentín Mancera, en Celaya, por tenaz resistencia que hizo al ser aprehendido”. Así informaba en marzo de 1882 el periódico El Diario del Hogar la muerte de un bandido. Uno de muchos, se podría decir, que hicieron del bandidaje y otras actividades su sello distintivo. A la gente le gustan estos personajes y Valentín es un interesante ejemplo.

La historia mexicana está llena de figuras heroicas creadas con diversos fines. Conocidos por varios o por unos pocos, uno de estos sujetos es Valentín Mancera, un bandido, sin usar el término de manera peyorativa, originario de San Juan de la Vega, una modesta comunidad cercana a la ribera del Río Laja, en Guanajuato.

En los días del régimen de Porfirio Díaz Mori, la vida de los peones, como Mancera, estaba marcada por la dureza y la desigualdad. Los grandes terratenientes, muchos de ellos extranjeros, ejercían un poder casi absoluto sobre las tierras y sus habitantes. Las extenuantes jornadas laborales sumían a las familias en una miseria insondable, agudizada por la enfermedad y el hambre.

El contexto de esa época revela las condiciones que llevaron a hombres como Valentín Mancera a convertirse en rebeldes (o bandidos, héroes, temerarios, forajidos; la verdad, definirlos depende de muchas perspectivas). Una noche, tras presenciar el abuso de un potentado, don Jesús Farfán, quien golpeaba sin piedad a un joven, Mancera no pudo más y le arrebató el fuete, convirtiéndose instantáneamente en un enemigo del sistema. A partir de ese momento, junto a fieles compañeros, inició una serie de redadas en diversas zonas en nombre de todos los oprimidos –para muchos era el equivalente a un Robin Hood de su tiempo.

Contra las injusticias

Pero Mancera no solo buscaba venganza. Sus acciones iban más allá. Dondequiera que iba, él y sus huestes destruían los registros que mantenían a los trabajadores atados a sus amos. Además, alentaban a los peones a unirse a la lucha contra las injusticias del régimen porfirista. Para muchos, Mancera y su movimiento representaba la única alternativa.

Sin embargo, su revuelta no pasó desapercibida. Pronto las autoridades pusieron precio a su cabeza: 300 pesos en oro, una suma considerable para la época. Y mientras algunos creían que Mancera era invencible, otros veían en su captura una oportunidad de enriquecimiento. Dionisio Catalán, un alto funcionario y ferviente defensor del sistema, lideraba la caza contra Mancera. La presión era intensa, pero el astuto caudillo encontraba maneras de desaparecer y luego resurgir nuevamente para causarle destrozos al gobierno.

El fin de este personaje está atado con una historia de amor y traición. Se dice que su amada Sanjuana Márquez, atraída por la recompensa y la promesa de una vida mejor, conspiró contra él. Junto con su hermana avisaron a las autoridades la ubicación de Mancera, quien se encontraba donde ellas servían copas y comida. Tras un breve enfrentamiento a balazos terminó su vida, sin embargo, su historia persistió. En diferentes medios el nombre de Valentín Mancera recuerda las hazañas del bandido. En corridos, poemas, películas e historietas la gente no lo ha olvidado. La verdad sobre él está lejos de ser relevante: es la narrativa a su alrededor la que capta al público, que disfruta siempre a estos personajes.