En 2025 el vehículo eléctrico (VE) dejó de ser promesa y entró a su fase adulta: el Global EV Outlook 2025 de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) proyecta que este año se venderán más de 20 millones de vehículos eléctricos —uno de cada cuatro coches nuevos— tras un +35% en el primer trimestre.
No son “buenas vibras” tecnológicas: son volúmenes que reordenan cadenas, comercio y políticas públicas.
La racha, sin embargo, no es lineal ni idéntica en todos los mercados. Europa vive un año de “sierra”: adopción en alza, pero con fricciones. Entre enero y agosto, los eléctricos de batería concentraron 15.8% del mercado de la Unión Europea (UE), con repuntes fuertes en Alemania y caídas puntuales en Francia, un mosaico más político que técnico. A esa foto se superpone la decisión de Bruselas de mantener derechos compensatorios definitivos a los eléctricos fabricados en China con tasas diferenciadas por fabricante. Es la lógica de “transición sí, pero sin dumping”. Estados Unidos llevó su arancel a 100% para los eléctricos chinos en 2024: una muralla de facto. La transición energética está atravesada por la defensa comercial.
China, epicentro industrial, también cambió el guion. La escala ya no es noticia; lo nuevo es la salida. BYD —símbolo de la ofensiva china— prevé que sus exportaciones representen ~20% de sus ventas globales en 2025 (entre 800 mil y un millón de unidades), aun con una meta anual recortada por menor crecimiento.
Europa ya lo siente: en agosto las matriculaciones de marcas chinas se dispararon. Al mismo tiempo, Pekín anunció que desde 2026 exigirá permisos de exportación para los eléctricos, señal de que también gestiona la presión interna de sobreoferta. La expansión, pues, viene con freno de mano regulatorio.
Límites
En 2024 se añadieron más de 1.3 millones de puntos públicos de recarga en el mundo (más de 30% de salto interanual); la red se duplicó desde 2022 hasta rebasar los cinco millones de cargadores, con China aportando cerca de dos tercios del crecimiento. La AIE subraya que el ritmo europeo mejoró (ya supera un millón de puntos), pero la geografía es desigual y el cuello pasa por carga rápida a lo largo de corredores y por soluciones para quienes no tienen cochera. La ecuación ya no es “¿funciona la tecnología?”, sino “¿funciona para todas las personas, en todas las ciudades, a todas horas?”
En paralelo, el mercado descubre sus propios límites. La guerra de precios erosionó márgenes; algunos fabricantes congelaron inversiones o reetiquetaron metas; y la competencia entre eléctricos puros e híbridos enchufables volvió a ser táctica, no dogma. La política también movió piezas: estándares de emisiones más exigentes en la UE empujan la oferta de cero emisiones; en Estados Unidos, la combinación de incentivos fiscales y aranceles reconfigura el menú de modelos disponibles; en economías emergentes la clave es costo total de propiedad (precio, mantenimiento, tarifa eléctrica), más que narrativa verde. No hay una sola transición: hay transiciones con acentos distintos.
Mirado desde la economía real 2025 deja tres certezas. Primero, el volumen ya cambió la escala de todo: materia prima, logística, puertos, aseguradoras, talleres, concesionarios. Segundo, la política industrial —no solo la innovación— está decidiendo ganadores: aranceles, reglas de origen, créditos fiscales, compras públicas. Tercero, la infraestructura es la variable de bienestar: sin recarga confiable la experiencia del usuario se convierte en barrera cultural.
Las series de 2025 muestran una tensión normal de cualquier cambio tecnológico masivo: cuando el producto sale del nicho todos los problemas dejan de ser de laboratorio y se vuelven municipales: permisos de obra, saturación de estaciones, reparto de costos en edificios, vandalismo, picos de demanda eléctrica en olas de calor. La transición dejó de ser épica y empezó a ser gestión.
Conviene, por eso, leer 2025 sin extremos. Ni el “todo es verde” ni el “nada sirve”. Más bien: ventas récord (>20 millones), cuota global relevante (~25%), comercio cada vez más protegido e infraestructura que por fin acelera con datos duros. El resto —los titulares ruidosos— es espuma. La marea, con sus corrientes y remolinos, ya cambió de nivel. Y cuando el mar sube la discusión útil no es si habrá olas, sino cómo navegarlas sin perder de vista el puerto.