LAS VELEIDADES DEL TRUMPISMO

“La política se ha desprofesionalizado”.

Trumpismo
Columnas
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Dice Alastair Campbell, el exvocero y responsable del discurso y comunicación de Tony Blair durante su periodo como primer ministro del Reino Unido, que Donald Trump no abandonó la cumbre del G7 por la crisis en Irán, sino por el deseo de demostrar su poder.

Con esto Trump dejaría en evidencia que las potencias más prósperas del planeta no pueden llegar a grandes acuerdos en su ausencia y, tal vez, incluso, que no pueden lograr nada importante: el jefe de Estado de la superpotencia evidenciando que la conducción de la política exterior responde a extraños impulsos personales y no a una planeación estratégica.

Dicen sus defensores y apologistas que el trumpismo se caracteriza por “la incertidumbre estratégica”, una suerte de afán por dejar en la oscuridad al resto de los actores políticos para que no puedan anticipar el siguiente paso del estadista. No hay mucha claridad sobre los objetivos, mucho menos sobre los elementos tácticos para llegar a ellos.

Recientemente jugó con la idea de que podría atacar Irán… o no hacerlo. “Nadie sabe lo que haré”, declaró jocoso.

En otro tiempo la política exterior norteamericana era resultado de una evaluación conjunta de los departamentos de Estado, Defensa y las agencias de seguridad nacional. Además, incluía a los titulares de las comisiones equivalentes en el Senado estadunidense. De manera que había una planeación institucional asombrosamente profesional y cuidadosa. El llamado establishment washingtoniano en temas de política exterior se volvió el más serio del planeta mediante la combinación de saberes de un conjunto de especialistas en todas las áreas del mundo. Publicaban revistas y periódicos especializados, organizaban foros de discusión, fundaban think tanks, impartían conferencias magistrales, grababan documentales, programas de televisión, radio, daban entrevistas a los medios de comunicación masiva. En fin, todo lo necesario para moldear la discusión diplomática de la más alta seriedad técnica.

Emociones

La diplomacia norteamericana, con independencia del presidente, respondía a coordenadas muy específicas, hijas del estudio de cada elemento a considerar. Ya no.

Lo importante es que esa seriedad diplomática servía no únicamente los intereses de Estados Unidos, sino los de todo el mundo. Cualquier lector con conocimiento del idioma inglés podía adentrarse en el análisis pormenorizado de las estrategias de política exterior de la superpotencia, dotando de predictibilidad y certidumbre al comportamiento de todo el sistema internacional.

Desde un estudiante de Relaciones Internacionales en cualquier universidad del tercer mundo, hasta los expertos del Pentágono, tenían a su disposición una enorme cantidad de material de análisis para la comprensión de la toma de decisiones del gobierno estadunidense en el plano mundial.

Ya no estamos hablando simplemente de la imposición de aranceles, sino de determinaciones que afectarán la paz mundial. Uno quisiera suponer que el presidente toma sus decisiones después de una minuciosa lectura de tarjetas enviadas por sus colaboradores, pero parece muy improbable. Todo parece indicar que, en lo sucesivo, las cancillerías y espacios diplomáticos del mundo tendrán que calcular las decisiones de la superpotencia con base en rumores o el supuesto humor público del presidente norteamericano.

Signo de los tiempos, en los cuales la política se ha desprofesionalizado y las emociones han tomado el control de la vida pública.

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