VESTIGIOS DE ASIA EN LOS PUEBLOS ORIGINARIOS DE AMÉRICA DEL NORTE

Ignacio Anaya
Columnas
ASIA

El contacto entre Asia y América antes de la llegada de Cristóbal Colón genera un gran interés para explorar posibles escenarios dentro de la historia y nuestro pasado. Más allá de teorías seudohistóricas, hablo de algo indirecto, apenas vestigios que llegaron al nuevo continente a través de un fenómeno que llevaba las herramientas de Asia a América: el naufragio.

El vasto Océano Pacífico, una vez considerado una barrera infranqueable, ahora se revela como un dinámico escenario de un específico tipo de intercambio cultural. La presencia de objetos asiáticos y los encuentros documentados en América del Norte pintan un fascinante cuadro de interacciones históricas, desafiando nuestra comprensión de la aislación y destacando el potencial de conexión humana a través de vastas extensiones de agua.

El descubrimiento de una hebilla china de bronce de la dinastía Song (960-1279) en Alaska se observa como testimonio del temprano, aunque esporádico, contacto a través del Estrecho de Bering, en el norte de América. Este objeto ordinario, sin mucho que decir por su cuenta, es tomado como evidencia por investigadores para demostrar que los thule, ancestros de los inuit, tuvieron cierto tipo de intercambio comercial con Asia.

Fuera de esa región es difícil hablar de un contacto, pero sí de ciertos sucesos muy indirectos de uso de materiales de otras culturas.

De manera similar, el uso de herramientas de hierro o de bambú por tribus nativas americanas en el noroeste del Pacífico, potencialmente provenientes de naufragios japoneses, insinúa una especie de contacto de pobladores originarios con objetos de las culturas asiáticas.

Estos artefactos, carentes de tecnologías locales de fundición, sugieren una llegada no intencionada a nuevas tierras, antes de la presencia europea.

Potencial

Hay un caso interesante de unos náufragos japoneses que llegaron al actual oeste de Estados Unidos alrededor de 1834. El suceso lo documentó Otokichi, uno de los tres sobrevivientes de aquella tripulación que naufragó cerca de Washington y fue esclavizada por la tribu Makah. Posteriormente fue entregada a la Hudson Bay Company.

Algunos casos similares pudieron haber ocurrido incluso desde antes de la llegada de Cristóbal Colón a América. Hay registros del siglo XVII en Japón sobre varios naufragios; las corrientes los pudieron echar hacia otro continente. ¿Por qué no pudo haber ocurrido antes?

Estas piezas dispersas de evidencia, desde hallazgos arqueológicos hasta relatos históricos, colectivamente pintan una imagen de un Pacífico dinámico, donde encuentros muy esporádicos se llevaron a cabo. Es crucial ir más allá de las narrativas de aislación y reconocer el potencial de interacciones impulsadas por la curiosidad y el comercio.

Una investigación más profunda, que abarque investigaciones arqueológicas, análisis históricos y conocimientos indígenas, tiene la clave para narrar esa historia completa de conexiones transpacíficas.

Al juntar estos fragmentos ganamos una apreciación de la historia humana, el espíritu de exploración perdurable que trascendió incluso la inmensidad del Océano Pacífico y un mundo más conectado, aunque de manera indirecta.