VISA A LA VISTA

Guillermo Deloya
Columnas
VISA

La reciente decisión del gobierno canadiense por exigir a los mexicanos una visa como acreditación legal para la entrada en su territorio bien podría considerarse como una medida de endurecimiento en torno de la relación con nuestro país. Es un asunto que ocasiona escozor y malestares, ya que representaría una situación que pone en un cajón distinto y diferenciado a los mexicanos, quienes ahora tendríamos que cumplir con este requisito.

Sin embargo, hay razones esgrimidas que bien valdría la pena analizar desde la perspectiva canadiense para entender posturas y argumentos.

En primer término, hay que tener en cuenta que es un hecho que el número de solicitudes de asilo por parte de mexicanos a ese país ha incrementado sustancialmente. Para tener a la vista esta problemática habría que saber que de 2016 a 2024 las solicitudes de asilo por parte de mexicanos se dispararon desde un número de 260 hasta una estratosférica cifra de casi 24 mil solicitudes correspondientes a dichos años.

A partir de 2016, cuando se retiraron los requisitos de visado para promover una mejora en las relaciones entre países, se registraron aumentos paulatinos que en suma han alcanzado más de 9,000% en incremento.

Por definición, el asilado o refugiado no tiene la calidad jurídica de inmigrante. La propia información de la autoridad migratoria canadiense establece que: “Un refugiado es alguien que, por su propia seguridad, se ve obligado a huir de su país. Para ser considerado refugiado deben cumplirse ciertos requisitos. Canadá aplica políticas y procedimientos estrictos al examinar cada solicitud de asilo”.

No obstante, este se ha convertido en un método hasta cierto punto eficiente para la búsqueda de una estadía estable en tal territorio, que permita desarrollar una actividad laboral y una forma de vida en Canadá. Evidentemente que la presión económica que esto conlleva se vuelve una bola de nieve que difícilmente se podría solventar a mediano plazo. Tan solo para el manejo de la afluencia de la totalidad de las solicitudes de asilo, Canadá ha dispuesto cerca de mil millones de dólares para soportar tal manejo. De ese gran total, entre 18 y 20% del presupuesto corresponde a la atención otorgada a los mexicanos.

Incomprensión

Y habrá que decirlo: esta no es una medida que pretenda afectar la actividad turística o la laboral ejercida por medios legales. Significa, sin embargo, una estrategia de control para evitar que se desborde el asentamiento extranjero por vía de asilo malintencionado, como también significa una forma de quitarle incentivos a los cruces ilegales hacia Estados Unidos, mismos que se realizan desde el sur de la frontera canadiense.

Si lo ponemos en esta perspectiva, desde la óptica canadiense, es entendible que se tengan que tomar medidas adicionales a las existentes en materia migratoria. Pero nuestro país ha reaccionado con un desagrado manifiesto que denota incomprensión sobre el tema. De entrada, no puede ser un orgullo ni un tema que se pueda defender con el pecho erguido el que sigamos siendo una nación que expulsa talento y mano de obra por falta de oportunidades.

Por igual, el trámite de un permiso para laborar legalmente o en su caso para realizar estudios en Canadá no variará. Para aquellos que tienen esa intención, se ha mantenido e incluso ampliado el Programa de Trabajadores Extranjeros Temporal, así como el Programa de Movilidad Internacional.

Y para quienes buscan solo visitar el país canadiense con fines de esparcimiento y turismo permanece la Electronic Travel Authorization (ETA) para aquellos que además ya cuentan con visa norteamericana.

En estos términos, se estima que tres de cada diez mexicanos se verán afectados por los nuevos requisitos de viaje. Y sin embargo ya existe un amago como presagio de rupturas y desencuentros expresado por el gobierno mexicano, que en voz del presidente exige respeto y anticipa que se implementarán medidas de reciprocidad. Esto deviene en una nueva e innecesaria tensión con el país del que somos su tercer socio comercial.

En tiempos donde la cooperación al amparo de las relaciones bilaterales es deseable y necesario, el distanciamiento pone trabas y piedras en un camino que rumbo a los nuevos escenarios de gobierno debería estar pavimentado. Arduos tiempos se avecinan.