A VOLAR

Guillermo Deloya
Columnas
A VOLAR

Se dice que la primera impresión sobre la totalidad de servicios e incluso nivel de vida en un país muchas veces se tatúa en la memoria por la imagen que da el aeropuerto en el cual se nos recibe como turistas. Así, no solo es una buena carta de presentación al usuario, sino también un sinónimo de eficiencia, operatividad, orden logístico y progreso en general.

No obstante, cuando desde el arribo se experimentan incomodidades y problemas que rayan en lo inverosímil se está diciendo lo contrario: que tenemos un país con similitudes a esa desarreglada e inoperante puerta de entrada. Pero más aún, el problema es hondo cuando además el costo que significa el uso de un aeropuerto es sumamente elevado, difícilmente se justifica la mala experiencia y además se abre la suspicacia sobre cuál es el destino de un elevado cobro.

Lo anterior se hace actual ante lo que ocurre en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Lejos de la polémica con tonos de política, estamos ante una situación de disparidad absoluta entre el costo de los servicios aeroportuarios y la calidad de los mismos. Recientemente, sin embargo, se anunció que dichas tarifas experimentarán un incremento de alrededor de 77%, lo cual desde el monto se hace escandaloso.

Lo anterior resulta aún más complicado cuando el famoso TUA (Tarifa de Uso de Aeropuerto) compone cercanamente la mitad del costo de un boleto, según el análisis de la IATA, que es la Asociación Internacional de Transporte Aéreo. Conforme a tal fuente el costo del boleto de avión aloja distintos componentes. En primer término, como lo referimos, se encuentra el TUA, que sumado al IVA llega a 42% del valor total del boleto. Por otra parte, importante también, se encuentran los costos operativos de las aerolíneas, donde generalmente se involucra el combustible y maniobras de tipo técnico para el funcionamiento de la aeronave, lo cual ronda 22%. Además, están los gastos por capital humano y otros varios que se estiman en 36%. Ahí es donde se puede comprender la utilidad de las propias aerolíneas, la cual es de alrededor de 3% de la cantidad total pagada por un boleto de avión.

Riesgo

Se puede inferir sin problema alguno que al aumentar la TUA los costos de los boletos necesariamente se tendrán que disparar al alza. Esto llama la atención sobre todo cuando la propia Secretaría de Hacienda, apenas en octubre pasado, anunció que se entablaron negociaciones con los grupos aeroportuarios —que en nuestro país son ASUR, GAP y OMA— a efecto de buscar un acuerdo que redujera el porcentaje tarifario, en este caso específico, hasta en 12%. Pero al parecer las presiones ante la carencia se han incrementado al grado de necesitar recursos de manera urgente para destinarlos al pago de los bonos de cancelación del finado y enterrado Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. Ahí las malas decisiones, que encontraron apego más con ideologías que con soluciones financieramente rentables, nos están costando a los mexicanos poco más de cuatro mil millones de dólares por conceptos de cancelación de contratos de obra que ya estaban otorgados a contratistas internacionales.

¿Y el TUA en su esencia qué tendría que venir a subsanar? La respuesta es que el TUA debería destinarse en su totalidad a la mejora de los servicios que se proporcionan en el inmueble destinado a la atención aeroportuaria y no al pago de penalizaciones derivadas de aquella cancelación.

No es poco el recurso del cual estamos hablando y esa cantidad podría mejorar sustancialmente la calidad de lo que ahora es prácticamente caótico. Túneles y toboganes en pésimas condiciones, salas de espera ruinosas, sanitarios propios de una barraca de guerra y condiciones de drenaje funcionalmente inoperantes son unos pocos ejemplos de lo que le estamos presentando a quienes nos visitan y a quienes usamos el aeropuerto en general.

No podemos permitirnos poner en riesgo incluso la seguridad del usuario; parece que hemos mandado a volar toda lógica.