BILLIE EILISH Y LA BÚSQUEDA DE LA FELICIDAD

“Incluso en las canciones más oscuras hay momentos de reflexión, crecimiento y esperanza”.

Pablo Reyes
Columnas
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El nuevo álbum de la superestrella del pop es asombroso, pero para llegar a ese resultado ella tuvo que caminar por un sendero muy oscuro.

Desde el exterior la casa no es muy diferente de las demás de la calle: un acogedor bungalow en el vecindario de Highland Park de Los Ángeles, con un viejo árbol lila floreciendo cerca de la entrada. De hecho es ya casi legendario, porque es el lugar donde una adolescente prodigio y su hermano mayor grabaron el álbum que convirtió a Billie Eilish en la reina del pop, Generación Zeta.

Para empezar, el estudio de grabación casero más famoso del pop contemporáneo está instalado en el dormitorio de la infancia del hermano de Billie, Finneas, quien ahora se mudó al barrio de Los Feliz con su novia, la influencer Claudia Sulewski. Finneas construyó un nuevo estudio en su sótano, donde él y Eilish comenzaron a grabar música el año pasado.

Eilish es al principio cautelosa sobre admitir que ella también se mudó. “Soy reservada sobre lo que realmente pasa”, ofrece con complicidad a los medios, hurgando en los gabinetes de la cocina de sus padres como una estudiante universitaria que visita su casa en un fin de semana largo.

“Pasaron un par de años en los que hice mis propias cosas. Pero en secreto, porque nadie necesita saberlo”. En realidad Eilish no miente totalmente sobre dónde vive, puesto que todavía pasa muchas noches en el dormitorio de su infancia.

Ahora ostenta su nuevo look de rubia despampanante, aunque en el fondo sigue siendo una adolescente rebelde. Y es que fue un giro de 180 grados: el cambio de su anteriormente característico color negro con raíces verdes al nuevo cabello causó un gran revuelo cuando lo debutó en Instagram en marzo. “Fue algo terapéutico para mí”, explica.

Segundo álbum

Pasó ya un tiempo desde que Eilish lanzó Bad Guy, su primer sencillo, que rompió todos los récords en las listas de popularidad, y desde entonces la artista encontró otras formas de procesar sus sentimientos escribiendo su segundo álbum, Happier Than Ever, que saldrá el 30 de julio. El título no es ficción. De hecho la cantante admite que se siente más feliz que nunca. Pero como muchas cosas en la vida, no es tan simple.

“Casi ninguna de las canciones de este álbum es alegre”, explica Eilish al refutar la posibilidad de que su segundo álbum sea el contrapunto brillante y alegre de la anterior placa debut, inspirada en vívidos recuerdos de terrores nocturnos y sueños lúcidos sobre texturas que iban desde electro-pop industrial hasta baladas de jazz. Sus videos eran igual de oscuros, llenos de arañas y lágrimas negras cubriendo su rostro.

En realidad Happier Than Ever es un tipo diferente de pesadilla. El abuso emocional, las luchas por el poder y la desconfianza, historias extraídas de la vida de Eilish y las vidas de las personas que conoce, ocupan gran parte de las letras junto con reflexiones sobre la fama y fantasías de encuentros románticos secretos. El sonido se suaviza a partir de la expansión de la casa embrujada de su debut y culmina en paisajes sonoros electrónicos, exuberantes, sombríos y fascinantes, que fluyen por la columna vertebral del escucha, junto con las palabras de Eilish.

Pero, en todo caso, incluso en las canciones más oscuras hay momentos de reflexión, crecimiento y, lo más importante, esperanza. Este es un álbum de alguien que comenzó a sanar mucho antes de que lo escribiera. O al menos eso fue lo que intentó.