Es bien sabido por los viajeros que Sao Paulo no es propiamente ciudad de carnaval.
Aún así, los paulistas han desarrollado, para no quedarse atrás, una serie de festejos para que el carnaval brasileiro tenga una semana previa en la ciudad más poblada del país y, así, el turismo planea su itinerario de manera que quedarse una semana antes en la gran urbe sudamericana vale mucho la pena por el color, vida y música que acontecen en el famoso barrio bohemio de Vila Madalena y algunas calles aledañas de Pinheiros, y sus famosos Blocos de carnaval.
Calles enteras cerradas al tránsito automovilístico para deleitar a los pedestres con la síncopa rítmica de una nación en desarrollo, que pinta para robarle el puesto a Francia como quinta potencia internacional luego de la Copa del Mundo 2014.
Desde muy temprana hora los ensambles comienzan con el barullo. Una muestra de las mejores escuelas de samba, según los paulistas, hecho que no es descabellado y no está lejos de la realidad, pues muchos de los músicos que participan en las batucadas estudian en los conservatorios de música erudita y están formados en las mejores orquestas sinfónicas del país, lo que combinado con la cadencia percutiva de la música popular de esta nación amazónica genera una enorme calidad interpretativa, aun en la “informalidad” de la música más festiva.
Tradición
El Carnaval de Brasil, y específicamente el que ocurre en Río de Janeiro, es una celebración anual que tiene lugar 40 días antes de Pascua, marcando el comienzo de la cuaresma.
Ofrece algunas variaciones con su contraparte europea y también diferencias a lo largo del territorio brasileño.
A pesar de la inspiración católica, sus orígenes europeos se remontan a una clase de carnaval llamado Introito (entrada en latín y entrudo en portugués), presumiblemente proveniente de la Roma antigua, que se caracteriza por el juego de tirarse agua de una persona a otra para purificar el cuerpo.
El entrudo fue prohibido sin demasiado éxito a mediados del siglo XIX porque era considerado violento por las clases sociales altas, pero la población media lo consideraba una válvula de escape. Se dice, incluso, que algunas personas morían por infecciones y otras enfermedades debido a que algunas veces se tiraban frutas podridas las unas a las otras.
A finales del siglo XIX los cordões (lazos, en portugués) fueron introducidos en Río de Janeiro y consistían en grupos de personas que caminaban por las calles acordonados, tocando música y bailando. Los cordões fueron los antecesores de las modernas escuelas de samba y sus organizaciones para el carnaval.
Los blocos (bloques), el nuevo nombre para los cordões, representan la modernidad en las actuales representaciones del carnaval popular en Brasil. Están formados por personas que se disfrazan de acuerdo con ciertos temas o celebran el carnaval de forma específica. Las escuelas de samba son verdaderas organizaciones que trabajan todo el año con el objetivo de prepararse para el desfile de carnaval y colaboran dentro de los blocos en íntima relación para dar vida a la temática planteada por el líder del bloco.
Como ya hemos dicho, la celebración principal se lleva a cabo en Río de Janeiro, ciudad en donde las escuelas de samba, blocos y bandas ocupan barrios enteros para desatar la algarabía de los asistentes a este tradicional festejo. Algunas de las agrupaciones más famosas en Río son Mangueira, Portela, Salgueiro, Beija-Flor, Imperatriz, Império Serrano, Mocidade Independente, União da Ilha, Estácio de Sá, y Unidos do Viradouro.
Curiosamente, una buena parte de la población carioca decide no participar de estos festejos, sobre todo los pertenecientes a la clase media alta. Muchos subarrendan sus predios a precios de carnaval (extremadamente elevados) y dejan que los turistas se mezclen con la población de más escasos recursos, generalmente proveniente de las favelas, generando así un festejo de dimensiones magnánimas y expresiones culturales híbridas: “El gringo con el favelado”.