SATURNINO HERRÁN

“Sus piezas, entre dibujos, óleos y acuarelas, no pasan de 70”.

Sergio Pérezgrovas
Columnas
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La pintura es un poema sin palabras.

Anónimo

Uno de los mayores pintores que dio el siglo XX es Saturnino Efrén de Jesús Herrán Guinchard. Nació en Aguascalientes el 9 de julio de 1887. Su obra se considera dentro de la corriente del modernismo pictórico y es el precursor e iniciador del muralismo mexicano.

Aunque solo vivió 31 años sus cuadros han recorrido gran parte del mundo, dando muestra del mexicanismo más puro.

Entre ellos destacan La leyenda de los volcanes, La criolla del mantón (que mi suegra asegura que era su abuelita y que fue el gran amor de la vida del pintor), La ofrenda, La tehuana, etcétera. Su pintura se considera como Monumento Artístico de México.
Se casó (insiste mi suegra que por despecho) con Rosario Arellano, con la que tuvo un hijo (de procedencia ilícita por parte de Rosario, continúa mi suegra).
Pero antes viajó a la Ciudad de México para estudiar directamente con Antonio Fabrés. Con Germán Gedovius, otro gran pintor de la vanguardia mexicana, aprendió el oficio de la plástica, la materia pictórica. También le dio clases el caricaturista Ernesto El Chango García Cabral.

Otras influencias en su pintura fueron obras de Ignacio Zuloaga y sus contemporáneos Juan Téllez, Ángel Zárraga y Julio Ruelas.
Según Luis Garrido sus piezas, entre dibujos, óleos y acuarelas, no pasan de 70 ya que su vida fue muy corta.
La obra La tehuana es un retrato de su esposa Rosario (mi suegra afirma que la pintó con todo y bigote un poco por despecho porque amaba a otra).
Tiene una etapa similar a la del poeta Ramón López Velarde en el paso del modernismo cosmopolita. También trabajó en el Ateneo de la Juventud, un movimiento cultural y artístico fomentado por Justo Sierra.
Para 1913 la figura de Saturnino era ya enfermiza. Su estado fue de mal en peor. Tanto, que en 1918 lo internaron en un hospital. Le decía a su mujer Rosario que no quería morir porque todavía tenía que seguir pintando. Dicen las malas lenguas, incluida mi suegra, que su vida familiar fue muy compleja. Por los prejuicios de la época, su matrimonio se mantuvo incólume. Vaya usted a saber la verdad.

Nunca tuvo una exposición individual mientras vivió. Lo cierto es que sus pinturas muestran un nacionalismo precolonial y mexicanismo de una sutileza prodigiosa.
La tehuana
El cuadro pintado por el maestro Herrán fue dado en prenda a un familiar de la familia de Tris. La dueña, al no poder pagar el préstamo, perdió la pieza. La cantidad para esa época fue irrisoria: 500 pesos. Valga decir que para esos años valía una fortuna. Se suponía que era un préstamo para pagar el hospital de una de las tías de su papá. Al que se lo dejaron en prenda resultó ser todo un pillo. No quiso devolver la pieza cuando Tristán papá trató de saldar el préstamo.

Con los años todos los involucrados fueron muriendo de muerte natural hasta que un buen día hubo una exposición en Bellas Artes sobre Saturnino. Debajo del cuadro encontraron el cuerpo del hijo del dueño. Muerto de un infarto.

Cuando Tris llegó supo quién era, pues su padre se había encargado años atrás de contarle la historia. Era un vejete de 90 años. Tris recordó la frase que su papá le repetía constantemente: “Al que obra mal se le pudre el tamal”.