Cualquier político tradicional habría quedado descartado hace mucho tiempo por decir la mitad de las tonterías que ha aportado Donald Trump en su campaña. Pero si algo ha demostrado este encopetado aspirante a la candidatura presidencial del Partido Republicano es que cualquier tontería le sube la popularidad en lugar de bajarla.
Esta semana pasada el presidente Enrique Peña Nieto descartó, como lo había hecho con anterioridad el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, que México pudiera pagar el muro que Trump dice que construirá en la frontera con nuestro país para detener el flujo de indocumentados. Ante estas declaraciones, el periodista Bob Woodward, el famoso reportero que ganó fama en los setentas por las investigaciones sobre Watergate, presionó a Trump ante las cámaras de la cadena de televisión NBC para que dijera cómo haría para obligar a México a pagar:
—¿Está dispuesto a ir a la guerra con México para tomar ese dinero?—, le preguntó Woodward exasperado, después de que en varias ocasiones Trump le dio vuelta a la pregunta y se fue por la tangente.
—Bob, cuando yo rejuvenezca a las Fuerzas Armadas —respondió finalmente Trump—, créeme que México no jugará a las guerras con nosotros… Hay tantas maneras. Les pondremos impuestos al entrar, le pondremos impuestos al dinero que va a México… Bob, hay tantas maneras de cobrarle a México, que tu cabeza empezará a girar.
Mucho se dijo en un principio que el atractivo de Trump era limitado a un grupo radical en el Partido Republicano y que era imposible que ganara la nominación del partido. Ya para estas alturas, sin embargo, se requeriría un milagro para detener su triunfo en el proceso interno. Es por eso que algunos periodistas, como Woodward, buscan obligarlo a que dé detalles sobre sus propuestas. Ninguna de sus respuestas parece siquiera coherente, pero lejos de que esto asuste a sus electores los entusiasma más.
Incongruencia
En este momento las encuestas sugieren que en la elección general de noviembre Hillary Clinton, la más probable candidata del Partido Demócrata, derrotaría a Trump. Sin embargo, el margen de victoria ha venido disminuyendo hasta ser de unos cuantos puntos porcentuales. Si consideramos que Hillary no es precisamente una política que tenga un respaldo generalizado de los estadunidenses, y que enfrenta una investigación por el uso de una dirección de correo personal para asuntos de gobierno, lo cual podría llevarla a una consignación penal, no hay ninguna certeza de que la ventaja pueda sostenerse.
Hay realmente un riesgo muy grande de que Trump pudiera estar despachando en la Casa Blanca el año que viene.
Parte del problema que han enfrentado periodistas como Woodward o los políticos rivales al confrontar a Trump es que lo hacen desde un punto de vista racional. Se le ha dicho, por ejemplo, que el número de mexicanos que ingresan a la Unión Americana es en la actualidad menor al de los que salen, por lo que un muro, en lugar de detener su ingreso, podría disminuir su salida. Se le ha señalado, por otra parte, que un boicot comercial no solo dañaría a México sino también a los estadunidenses o que confiscar las remesas de los mexicanos sería simplemente un robo.
Pero poco importan los argumentos racionales. El tema de fondo es que la popularidad de Trump es reflejo de una rabia emocional de millones de estadunidenses que culpan de los problemas del país a los inmigrantes mexicanos.
Ante esta reacción irracional ningún argumento puede tener éxito. En efecto, entre más se cuestiona a Trump en los círculos intelectuales o políticos serios, más se fortalece un candidato cuya principal virtud es precisamente su rechazo de cualquier tipo de congruencia intelectual.